Era un viejo sueño. Tan viejo que comienza cuando el que esto escribe tenía 10 años. Estudiaba, es un decir, en el Colegio ubicado entre la c/San Francisco y la Plaza del “Corazón de María” que así se llamaba. La fiesta de Fin de Curso que anualmente se celebraba en el Cine “Liceo” llegaba a su conclusión, después de ver por enésima vez el film “Molokay” y haber colaborado con la Escolanía, donde empecé a dar mis primeros pasos corales. Como no podía ser menos en un Colegio regentado por Misioneros, como colofón, hizo su aparición un Misionero destinado al Japón que llevada 20 años de apostolado en la casa de Imaichi, en el distrito de Asahi-ku, colindante con la ciudad de Moriguchi en la prefectura de Osaka. Mientras iba desgranando sus experiencias, de una bolsa fue sacando diversos elementos típicos de la tradición japonesa. Un Shamisen, un Kimono y utensilios para la ceremonia del Té entre otras cosas menores. Al buen claretiano no se le ocurrió otra cosa que llamar a un niño de los 900 que había en el Colegio. ¡Lo habéis adivinado! Me eligió a mí que tuve que subir al escenario y permitir que me disfrazasen como si de un auténtico “japo” de época se tratase.
En aquel momento, aquel día, me juré que algún día viajaría al país del Sol Naciente para descubrir por mí mismo aquella civilización milenaria, plena de luchadores indestructibles, y edificios singulares, sin olvidarme de la mujer japonesa que tan singular y digna de estudio me parecía.
55 años después la ocasión se ha tornado propicia. El viaje propuesto por la Asociación de Jubilados, a través de Viajes Barceló, ha sido la oportunidad perfecta para que mi viejo sueño se realizase y se abriese ante mí un mundo repleto de Daimyos, Samurais, Shogunes, Geishas en la creencia de que nada hubiera cambiado en los últimos 500 años, como si la modernidad no se hubiese todavía afianzado en un universo pleno de profundas y brillantes tradiciones.
Mientras preparaba el viaje no me abandonaba una sensación de incertidumbre a pesar de que los medios tecnológicos modernos nos acercan de una manera magnífica a cualquier punto de nuestro planeta tierra, sirviéndonos en bandeja cualquier información que se requiera. Si nos parecen extraños o, al menos, peculiares, los japoneses que vemos pulular por las calles de nuestras ciudades porque su personalidad y forma de actuar nos resulta lejana y exótica, lo lógico es que nosotros, al visitar su país, también les parezcamos por nuestras costumbres tan diferentes, cuanto menos, chocantes. Por eso he tratado de empaparme en sus costumbres y tradiciones para poder entenderles mejor.
La propuesta de la Agencia de Viajes era hacer la Ruta Tokaido (Ruta del Mar Oriental) así llamada porque conecta Tokio y Kyoto bordeando la costa oriental de Japón, siendo la Ruta más utilizada durante el periodo Edo que se inició a principios del siglo XVII y finalizó en 1868 al comienzo de la Era Meiji. Hoy en día el trazado de esta ruta sigue siendo más o menos fiel a la antigua y se sigue llamando el Corredor Tokaido. La intención apriorística era sumergirnos en sus orígenes tratando de llegar a alcanzar un grado satisfactorio de compresión a su mitología, sus creencias, sus pensamientos o su filosofía de vida a través de su comportamiento y sus tradiciones. Un mundo diferente y desconocido nos esperaba al otro lado del Pacífico.
Por mi parte, iba con la mente abierta y el corazón dispuesto a empaparme de un ámbito opuesto al nuestro y que se me antoja ajeno pero inconmensurable.
Antes de iniciar la crónica diaria debo advertir de varias cuestiones:
-La crónica va a ser larga porque así lo requiere si quiero contar fielmente lo que el viaje ha sido por lo que he decidido publicarla por fases de dos en dos días. Espero conseguir que no perdáis el interés, todo es atrayente.
-Notaréis que hay ciertas palabras que se van a repetir con bastante asiduidad. Trataré de evitarlo pero mucho me temo que ciertos adjetivos vayan a ser reiterados por no dar más de sí mi vocabulario y porque son expresiones aumentativas que contienen pocos sinónimos.
-Cada día, además de la crónica pormenorizada propia del viaje, intercalaré algunas de las principales características de la sociedad nipona tratando de desentrañar su forma y medios de vida.
SITUACIÓN GEOPOLÍTICA DEL JAPÓN
Japón es un archipiélago de islas que forma un arco en el Océano Pacífico, al este del continente asiático. El territorio comprende cuatro grandes islas llamadas, en orden decreciente de tamaño, Honshu, Hokkaido, Kyushu y Shikoku, además de otras más pequeñas. El Océano Pacífico se sitúa al este, mientras que el Mar de Japón y el Mar Oriental de la China separan a Japón del continente asiático.
Para situarnos y por el método de comparación, daremos unos pequeños datos paralelos entre Japón y el Estado español.
Mapa de Japón con sus principales ciudades.
JAPÓN | ESTADO ESPAÑOL | |
Superficie | 377.915 Km2 | 506.000 Km2 |
Habitantes | 127MM.-10º del mundo | 46MM.-26º del mundo |
Densidad pob. | 336,4 hab/km2 | 92,11 hab/km2 |
Riqueza | 3º país del mundo | 14º país del mundo |
Sup.Forestal | 23º “ “ “ | 32º “ “ “ |
Tasa de desempleo | 2,5% | 16,1% |
Este país tiene una maravillosa calidad de vida si consigues eliminar el obstáculo del lenguaje, necesario para entender mejor la mentalidad, la cual es mucho más diferente de la cultura occidental de lo que piensan la mayor parte de los visitantes. Esta frase no es mía sino de una persona occidental que conoce desde hace muchos años la sociedad japonesa.
Así que los extranjeros que quieren mudarse allí bien por cuestiones laborales o personales, deben considerar seriamente que tendrán que dedicar una parte sustancial de su tiempo a aprender el idioma. Esa es la clave para lograr una integración más profunda en la sociedad local y vivir una vida plena y llena de sentido a través del conocimiento de la idiosincrasia de la identidad japonesa.
UN POCO DE HISTORIA
La historia de Japón se ciñe a la de sus Shogunatos, que son tres:
-Shogunato Kamakura (1192-1333)
-Shogunato Ashikawa (1336-1573)
-Shogunato Tokugawa (1600-1868)
Un Shogun era la autoridad indiscutible por encima de todos los señores feudales locales llamados Daimyos y sólo por debajo del Emperador. El más importante fue Ieyasu, 1º shogun de los Tokugawa que se hizo con el poder de todo Japón después de ganar la batalla de Sekigahara el 21/10/1600 a un jovencísimo descendiente del otro gran Daimyo, Hideyosi, recién fallecido. Un total de 200.000 samurais tomaron parte en la mayor batalla cuerpo a cuerpo de la historia. Esta batalla puso fin a un siglo largo de luchas intestinas, no muy distintas en significado a nuestras Guerras de Banderizos y sus Mayorazgos, con la única diferencia del número de combatientes. El Emperador Go-Yosei le nombró Shogun al ganador, logrando con ello que todos los territorios quedaran unidos bajo un único mandato. Ieyasu estableció la capital en EDO, hoy Tokyo. Quince generaciones de Tokugawa procuraron que durante 268 años hubiera paz, se forjase una nueva cultura y un gobierno fuerte a la vez que se cimentaron las bases de la futura industrialización y su triunfo como nación-estado. Ieyasu falleció en 1616 y sus restos están depositados en el Templo shintoista Toshogu de Nikko, del cual hablaremos más adelante.
Fue durante este periodo de paz cuando se articularon las cinco principales arterias de comunicación interna entre los feudos y que ayudaron a afianzar la unificación. La más conocida de todas fue la del Tokaido, carretera del lado más oriental de la isla, paralela al mar y que unía Edo (Tokio) con Heian (Kioto). Por ella, además de los Daimyo que organizaban ampulosas caravanas desde sus terrenos feudales hasta Edo, los comerciantes, viajeros, mercaderes y peregrinos la utilizaban para visitar los grandes santuarios y desarrollar todo tipo de actividades relacionadas con su profesión y religión.
Y éste es el recorrido que vamos a desarrollar casi en su totalidad, pasando por las mismas sendas que ocuparon aquellos legendarios guerreros, cuyas historias conocemos a través de sus leyendas y conoceremos las costumbres de una civilización que empieza a abrirse sin olvidar su pasado. Japón, aunque anclada en sus tradiciones, está inmersa en una carrera hacia la modernidad que se hace presente a cada momento para el turista o simple observador.
Ya en la edad más moderna, con el joven Emperador Meiji, en 1868 se restituyó la autoridad imperial. Durante la Restauración Meiji, que duró 45 años, Japón inició un proceso de modernización según el modelo occidental. Estados Unidos, Inglaterra, Francia y Alemania influyeron decisivamente en la enseñanza, las ciencias y los medios de comunicación, así como en todas las expresiones de la cultura nipona. Por esto cuesta creer que el estudiante japonés no tenga como obligatoria una 2ª lengua y que el inglés hablado todavía sea incipiente.
Entrada al Meiji Jingu Garden y su Torii.
En menos de 50 años, el Japón feudal y cerrado se transformó en una potencia mundial industrializada que integró asesores y tecnologías occidentales para la enseñanza, el comercio y la industria. Un ejército más al estilo actual reemplazó la autoridad militar de los samurais (derrotados en la intentona rebelde de 1877).
Obligado por presiones políticas internas, el emperador promulgó en 1889 una Constitución que convirtió a Japón en una monarquía constitucional, con un legislativo bicameral (Dieta). Sin embargo, sólo el 1% de la población era elegible; el primer ministro y el gabinete eran responsables sólo ante el emperador (considerado una figura divina).
A fines del siglo XIX y comienzos del XX, Japón obtuvo dos importantes victorias militares: con China en la guerra de 1894-1895, que le significó retener Corea bajo su control (la que anexó en 1910), y en la Guerra Ruso-Japonesa de 1904-1905, que le permitió vincular el sur de la península de Sajalín. Su ingreso en la Primera Guerra Mundial se produjo como aliado de Inglaterra, obedeciendo un tratado de 1902.
La guerra permitió a Japón apropiarse de varias posesiones alemanas en Asia oriental (incluyendo el territorio chino de Kiaochow). En 1915, China se vio forzada a aceptar su influencia, ampliada con nuevas concesiones en Manchuria y Mongolia Interior. En 1918, Hara Takashi encabezó el primer gobierno con apoyo de una mayoría parlamentaria.
Las dificultades provocadas por la depresión económica internacional de la década de 1930 fueron aprovechadas por los militaristas para hostigar al gobierno civil y plantear que la solución a los problemas del país estaba en la expansión bélica, la conquista de nuevos mercados y de fuentes abastecedoras de materias primas.
Cuando oficiales japoneses ocuparon (sin autorización) Manchuria en 1931, el gobierno era ya incapaz de detener a los militares. Debió aceptar la creación del «estado-títere» de Manchukuo, en febrero de 1932 y, tres meses más tarde, entregar el poder a los militaristas que lo retuvieron hasta 1945.
En 1940, Japón invadió Indochina para abrirse paso hacia el sudeste asiático. Estados Unidos e Inglaterra embargaron la totalidad de las mercaderías niponas. El ataque sobre Pearl Harbor primero y sobre Filipinas, Hong Kong y Malasia después, desató la guerra con EE.UU. e inició una nueva fase de la Segunda Guerra Mundial.
Japón capituló el 15 de agosto de 1945, luego de que EE.UU. lanzara dos bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki, el 6 y 9 de agosto. Tropas estadounidenses ocuparon el país –que fue gobernado por el Comando Supremo de las Potencias Aliadas (CSPA), dirigido por el general Douglas Mac Arthur– entre 1945 y 1952. El CSPA obligó a Japón a abandonar la institucionalidad Meiji, renunciar a la divinidad del emperador, trasladar el gobierno al Parlamento (que debía elegir al primer ministro) y establecer un Poder Judicial independiente.
En la madrugada del 9 al 10 de marzo de 1945, unos 334 bombarderos norteamericanos B-29 descargaron 1.665 toneladas de bombas incendiaras sobre la zona este de Tokio, arrasando un área de 41 kilómetros cuadrados (aproximadamente la cuarta parte de la ciudad). Llevaban las bombas racimo que los estadounidenses rebautizaron como «tarjetas de visita de Tokio» y que, una vez en suelo firme, derramaban un contenido letal de fósforo blanco y napalm, un pegajoso gel de gasolina recién desarrollado en los laboratorios de la Universidad de Harvard. Como en el famoso bombardeo de Dresde, que tuvo lugar un mes antes, el ataque fue ejemplar como demostración de lo destructivas que podían llegar a ser las bombas convencionales en la era de la bomba H.
La temperatura de la ciudad subió hasta los 980 grados. El ataque hizo hervir el agua de los ríos y canales y fundió los cristales de las ventanas. Como habían calculado, el fuego consumió con facilidad los materiales típicos de construcción japoneses, madera y el papel, pensados para protegerse de los terremotos. Volaban tan bajo que una docena de bombarderos aliados llegaron a caer víctimas de las columnas de fuego que ellos mismos habían producido. Unos 260.000 hogares fueron destruidos hasta los cimientos y al menos 105.400 personas murieron, en una ciudad con tres millones de habitantes. Lo llamaron Operación Meetinghouse.
Setenta años después, Tokio se muestra en todo su esplendor. Mérito achacable únicamente a los japoneses.
LAS RELIGIONES EN JAPÓN
Las religiones mayoritarias en Japón son el Shintoismo y el Budismo. Las dos han estado coexistiendo juntas durante mucho tiempo y la mayoría de japoneses se declaran shintoistas, budistas o de ambas religiones a la vez que también está permitido. El cristianismo, bien católico, bien protestante, es muy minoritario a pesar de la labor desarrollada por las distintas congregaciones misioneras desde que el Jesuita Francisco Javier llegara a la isla en 1549.
Pero contra lo que pueda parecer, en la actualidad, en Japón, la religión no juega un papel importante en la vida diaria de los japoneses y estos sólo siguen algunos ritos relacionados con los funerales, las bodas, las visitas a los templos durante el día de año nuevo o los Matsuris festivales japoneses que suelen ir ligados a la religión. Su religión es su comportamiento asentado en sus tradiciones que les han inculcado sus mayores, a los que tienen un gran respeto.
El shintoismo significa “el camino de los dioses”. Es una religión originaria de Japón. Al contrario que otras religiones mayoritarias, el shintoismo no tiene libros sagrados como la biblia en el cristianismo ni tampoco tiene un fundador.
Templo Shintoista Fushimi Inari Taisha en Kyoto
El shintoismo se basa en la adoración a los dioses “Kami”, estos dioses se basan en los fenómenos como la lluvia, el viento, en conceptos como la misericordia, la fertilidad o en los astros como la luna o el sol. Cuando las personas mueren también se convierten en “Kami” y son venerados por su familia. Por eso, los dioses son infinitos. El kami mas importante del shintoismo es “Amaterasu” el dios del sol.
Al contrario que otras religiones, en el shintoismo no hay absolutismos. Nada es absolutamente correcto o malo. La religión shintoista es una fe optimista que dice que toda persona es fundamentalmente buena y que la maldad está causada por la influencia de los malos espíritus. El shintoísmo no posee una deidad única ni predominante, ni reglas establecidas para la oración, aunque sí cuenta con narraciones míticas, muy infantiles, que explican el origen del mundo y de la humanidad.
El budismo es una religión originaria de India que se extendió por Japón importada de China y Korea. Está basado en las enseñanzas de Buda, Gautama Siddharta. Es difícil de definir el budismo ya que más que una religión es una filosofía o un modo de vida. Básicamente se trata de eliminar todo sentimiento vital insatisfactorio que normalmente es debido a la ignorancia o la percepción errónea de la naturaleza, de la vida y de la existencia.
Hay tres grandes movimientos de budismo pero el adoptado por Japón es el llamado “Budismo Mahayana” que es el mismo que practican en China, Tibet, Corea entre otros países asiáticos.
La práctica budista se basa en:
-Sabiduría.
-Conducta ética
-Meditación
Con estos conceptos básicos, para no extenderme más, se puede entender que la religión en el país nipón sólo trata de marcar unas pautas de comportamiento o conducta que los ciudadanos han aceptado, aunque en la actualidad no se fomenta ni desde los distintos Gobiernos ni se desarrolla un proselitismo activo por parte de sus monjes.
Torii o puerta al mundo espiritual. Situado a la entrada de los templos.
Japón ha sido una mezcla de sorpresas, asombro, desconcierto, sensaciones, admiraciones. Pero dentro de esa caja de sorpresas, a la que ya ibas predispuesto, se han añadido otras que, por inesperadas, nos han incrementado las emociones ya de por sí alteradas.
Qué decir, si no, del magnífico día que nos permitió ver el volcán Fuji en todo su esplendor, sin bruma, sin nubes, sin su “boina” habitual y que pocos japoneses han conseguido ver, o de los novios con los que nos topamos en uno de los múltiples santuarios visitados haciéndose las fotos de boda familiares de rigor y que nos permitieron hacerles, con una sonrisa en los labios y santa paciencia, cuantas fotos quisimos, o el encuentro fortuito en medio de los 13MM de habitantes de Tokio más unos 5MM de población flotante con Miguel Ángel Lotina, conocido entrenador de futbol, originario de Meñaca, que en la actualidad entrena al Tokio Verdy de la 2ª División japonesa en su intento de subirle a 1ª, y al Seleccionador de futbol-sala japonés que es un gallego de Ferrol llamado Bruno García y que tiene un palmarés impresionante de éxitos por todo el mundo, y que ambos llevan año y medio trabajando para incrementar el nivel deportivo de aquella gente, o el encuentro exquisito en el barco donde nos agasajaron con la cena final con dos geishas (invisibles hasta entonces) que se hicieron visibles dando un colorido y fisonomía especial al evento.
Pues todo esto no hubiera sido posible sin la conjugación de tres aspectos, cada uno con su importancia. Por un lado, la Asociación de Jubilados que dentro de las actividades que quiere desarrollar ha encontrado que ésta de los viajes es creativa, hace piña y que los Socios responden, por otro lado la labor de Jorge Ibor, a la búsqueda de la oferta más interesante, el viaje más emocionante y la Agencia más activa, y por el otro la propia Agencia que ha puesto a nuestra disposición desde el primer instante a la propia Directora de la misma, siendo una más del grupo pero pendiente de cada detalle por pequeño que haya sido.
Y sin más preámbulos, vamos con la crónica del día a día no sin antes hacer una pequeña advertencia y es que las apreciaciones que aquí se hagan serán exclusivamente mías y no tienen porqué ser iguales a las de los demás. Mis aciertos serán míos y mis desaciertos, también.
1º Día.- 15/5/2018
Primer día y primer madrugón ya que el avión con destino intermedio París tenía anunciada su salida de Loiu a las 7 h. 10 m. de la mañana con la compañía Air France Vuelo AF1377. Reencuentro con viejos amigos y compañeros y saludos a los desconocidos que serán compañeros de viaje durante estos días. Sale con media hora de retraso a las 7 h. 40 m. Vuelo apacible de algo más de hora y media. Llegada al Charles de Gaulle donde tuvimos la oportunidad de pasear por sus pasillos durante tres horas en una sala de espera un tanto desangelada. Alguno hasta dispuso pasar el tiempo jugando a la brisca.
Airbus que nos desplazó hasta el Charles de Gaulle de París
Salida de París con destino Osaka a las 11 h. 40 m. ahora sí, sin demoras. Nos esperan 12 1/2 horas de vuelo para recorrer los 9647 Kms que separan las dos ciudades. Largo vuelo, pesado, encajonado sin apenas posibilidad de moverte pero ilusionados por ver lo que nos deparaba el destino.
Comida a bordo a eso de las 4 de la tarde hora española:
-Ensalada de quinoa roja con legumbres.
-Pollo a la florentina con papas molidas.
O
-Carne al curry rojo con arroz
-Porción de queso Camembert
-Trozos de manzana con queso.
-Clafoutis (tarta francesa) con guindas.
-Café o té.
Un gran menú para paladares exigentes al que no le hicimos ascos.
Pantalla individual con oferta amplia de películas, juegos, música, informativos, etc…Por mi parte y debido a mis aficiones decidí oír algo relajante que me ayudase a dormir el mayor tiempo posible: El Requiem de Mozart y la 8ª de Bruckner. ¡Qué se le va a hacer! Son mis gustos y a estas alturas de la vida no voy a cambiar. El primer día ha pasado entre aviones y aeropuertos, entre maletas y controles. Se pone a prueba la paciencia del grupo que la supera con suficiencia.
2º Día.- 16/5/2018
Vuelo sin sobresaltos pero de una pesadez inmensa. Llegamos a Osaka a las 2:15 hora española, 9:15 hora local. En el aeropuerto, mucha seguridad, muy limpio y cimentado sobre una isla artificial. Construida por el ser humano, tiene 4 km de largo por 1 de ancho, los ingenieros la diseñaron considerando los posibles terremotos y tifones frecuentes en la región. Su construcción se inició en 1987, siendo terminada la muralla protectora a finales de 1989. Aproximadamente 21 millones de metros cúbicos de bloques de hormigón fueron utilizados de relleno, excavados de tres montañas. La obra empleó una mano de obra de aproximadamente 10.000 trabajadores, y 10 millones de horas de trabajo a lo largo de 3 años, el uso de 80 barcos para completar la capa de 30 m de grosor ubicada en la plataforma submarina. ¡Toma ya!
En el momento de efectuar los trámites de entrada se nos presenta la guía local, una mujer de aspecto típicamente japonés, pequeña, sencillamente vestida que nos recibe con una gran sonrisa que no abandonará durante los diez días durante los que vamos a tener la oportunidad de conocer a fondo a esta gran mujer en todos los sentidos.
Con las maletas ya en el autobús nos trasladamos, sin descanso, al Castillo de Osaka. El castillo de Osaka tuvo un papel fundamental durante el proceso de unificación de Japón en el siglo XVI y resulta una visita interesante si pasamos por esta ciudad japonesa. Asimismo, es uno de los tres castillos japoneses más importantes de los construidos en alto, frente a una llanura.
Comenzó a construirse en 1583 de la mano de Toyotomi Hideyoshi, apodado “el Mono”, quien quería que se convirtiera en el centro del Japón unificado siendo el mayor castillo de la época. Sin embargo, años después de la muerte de Hideyoshi, el castillo fue destruido por las tropas de Tokugawa, que lo reconstruyeron en la década de 1620 para ver cómo se incendiaba y acababa completamente calcinado en 1665, un destino compartido por muchos otros castillos japoneses de la época.
La torre principal del castillo, con sus ocho pisos interiores y cinco pisos exteriores, no se reconstruyó hasta 1931 y, milagrosamente, esquivó todos los bombardeos habidos durante la 2ª Guerra Mundial aguantando en pié.
Es por ello que el castillo es realmente moderno y en su interior, además del ascensor que tanto sorprende a muchos, podemos encontrar un museo, una sala de convenciones y un altar dedicado al “Mono” Hideyoshi Toyotomi. Asimismo, desde el último piso del castillo podemos disfrutar de espectaculares vistas de la ciudad de Osaka.
Castillo de Osaka y su torre principal.
Además de la torre principal, el castillo tiene varias murallas, fosos, puertas y pequeñas torres de defensa. Si hubiésemos estado en Osaka en abril, de seguro que hubiéramos ido a pasear por los jardines Nishinomaru, que con sus 600 cerezos permite disfrutar de uno de los mejores hanami (periodo de floración del cerezo) de la ciudad y, además, de alguna de las mejores iluminaciones nocturnas en estas fechas. No hemos tenido esa suerte.
El parque del castillo cubre una superficie de dos kilómetros cuadrados con muchos espacios verdes, zonas para practicar deporte (béisbol, kendo, arquería japonesa, etc.), un campo de béisbol, el estadio de Osaka y hasta un templo dedicado a Hideyoshi Toyotomi.
Como dato adicional, a la entrada, y en la muralla, está la piedra más colosal del mundo con un peso de 108 Tn. La visita dura una hora aproximadamente.
De todos es sabido que al turista no hay que darle descanso por lo que inmediatamente nos llevan al Observatorio “Kuchu Teien” en el “Umeda Sky Building”. Es un famoso rascacielos de 40 plantas compuesto por dos edificios cuya parte superior se encuentra conectada por el mirador Kūchū-Teien. Es, además, la primera edificación del mundo en la que se empleó un método para elevar la estructura básica del mirador, construida previamente en el suelo, que consiste en utilizar cables y sujetarla a una altura de entre 150 y 173 metros. Desde el punto de vista arquitectónico, se trata de una empresa revolucionaria; se completó en 1993.
El mayor atractivo de este edificio es, al fin y al cabo, el mirador Kūchū-Teien. Para empezar, el ascenso hasta la entrada de este observatorio, en la planta 39, a 173 m de altura, es emocionante: desde el tercer piso hasta el 35 se sube en un ascensor sin paradas con una vista de 360 grados, para posteriormente continuar por una escalera mecánica de 45 metros de longitud que parece flotar en el aire y desde cuyas ventanas se ve todo.
Umeda Sky Building con su mirador Kuchu Teien en lo más alto.
El ascensor de cristal, en el edificio oeste, permite contemplar el paisaje a medida que se asciende. Las escaleras mecánicas, una de subida y otra de bajada, forman una uve en el espacio abierto con forma de círculo del mirador. La estructura destaca por su belleza. El Kūchū-Teien fascina más aún.
Desde la azotea y en el mirador al aire libre, una característica poco usual en los rascacielos, se puede observar el panorama en 360 grados con unas vistas impresionantes, sobre todo de los más de 800 puentes (sí, no me he equivocado de cifra) que hay sobre el río Yodo, mientras se siente el viento en la cara. Esta estampa figura entre los Cien Mejores Atardeceres y las Cien Mejores Vistas Nocturnas de Japón, respectivamente.
Una de las muchas vistas que se ven de Osaka desde arriba.
Vienes a Japón con la idea preconcebida de admirar la arquitectura milenaria y te encuentras con estas edificaciones modernas que te dejan pasmado. Y acabamos de llegar. ¿Después de esto qué nos espera?
La tarde se echa sobre la ciudad, el sol se oculta hacia las 19:00 horas que es el momento habitual de la cena para un nipón. La guía, que está resultando un hallazgo por su simpatía, nos lleva a un Hotel cercano, que no es en el que nos vamos a alojar, en el que cenamos, primero de buffet y un segundo plato servido en mesa consistente en pollo. Reponemos fuerzas. Cena interesante, variada y abundante servida con exquisita cortesía pero de manera lenta. Nos pasamos más de 2 horas en el Restaurante lo que nos exaspera un tanto por las ganas de que nos acoja una cama reparadora.
Sólo nos queda, después de casi 48 horas en pié, llegar al Hotel asignado y caer rendidos por el sueño, el viaje y las nuevas sensaciones.
Y el Hotel es el Gran Vía Osaka, un buen Hotel que nos deja maravillados. No hemos vista casi nada de Osaka, sólo desde arriba y en la distancia, pero al día siguiente, después de la correspondiente llamada telefónica a la prudente hora de las 7 de la mañana, tendremos la visita general. Me tumbo….estoy dormido.
Vista general del Hotel Gran Vía de Osaka
3º Día.- 17/5/2018
Hay muchas cosas que te chocan al llegar a Japón. Quizá la primera de ellas, porque no te queda más remedio que usarlo, sea el inodoro.
En Japón, la tecnología está muy presente en todos los ámbitos; incluso, en los inodoros. Como decía Bart Simpson “nos llevan siglos de ventaja”. Para empezar, los retretes japoneses tienen calefacción para evitar que el asiento esté frío. Además, incluyen botones que activan un sinfín de chorros de agua y de aire caliente con el fin de limpiar al usuario, e incluso algunos, tiran de la cadena de forma automática al detectar que el asiento queda libre. Pensad por un instante las cuestiones que os he descrito:- Los asientos están calientes y es de agradecer aunque no haga frío en el exterior. Pero que te levantes de la cama, semidormido, dando tumbos, te sientes y notes el culo calentito, pues no está nada mal…para empezar.
-Pero es que tienen un montón de botones y como es la 1ª vez que te sientas en uno de esos artilugios no sabes para qué es cada uno de ellos y empiezas a tocar todos y de repente notas un chorro de agua caliente que va directamente al “ojete”. Al principio te sorprendes pero cuando has superado la sorpresa y el desconcierto, coliges que es para tu higiene e inicias un movimiento de rotación para que el chorro llegue a todos los sitios. ¡Os imagináis la situación…!
-Para terminar y cuando has finalizado la faena, buscas la cadena, botón o cualquier otro mecanismo de evacuación…o está tan escondido que no lo encuentras o te lo hace él solito cuando te levantas. ¡Una gozada!
Es que tienen una imaginación estos japoneses. Tecnología punta, oiga. Y para que quede constancia, el “Roca” japonés se llama “Toto”. No hay wáter, urinario, excusado o letrina que no lleve en el frontal el nombre de “Toto”. Un genio, el hombre.
Al paso de los días iremos desgranando otras peculiaridades en la vida de los japoneses, aparentemente simples, pero de gran trascendencia diaria.
Una vez superada esta prueba, que la hacen a mala leche, e inicias tu aseo personal, te encuentras que tus enchufes no valen, has tenido que tener la precaución de ponerles un añadido con los bornes rectos y no redondos. Si no has tenido cubierta esa previsión, el afeitarte se volverá imposible. Es un signo de distinción con occidente que les gusta mantener con el único objetivo de llamar la atención.
Pero es que a las 7:00 h. ya estábamos, repuestos del viaje y con ganas de guerra, es decir, de ir en “alegre biribilketa” allá donde nos llevase “Hiroko San” que así se llamaba la guía local. Después de un frugal desayuno buffet en el Hotel, salimos a las 8:00 “o clock” hacia la ciudad imperial de Nara.
Nara, es la antigua capital de Japón durante la corte Yamato, ya que su localización la hace perfecta para una excursión de un día desde Kioto u Osaka. Al igual que Kioto, Nara todavía conserva el espíritu del Japón tradicional en muchas de sus calles y construcciones, por lo que es visita casi obligada durante nuestro viaje.
Nara dispone de muchísimos templos y santuarios, por lo que pasear y perderse por la ciudad siempre será agradable. Eso si consigues un pequeño espacio vital porque los cientos de autobuses aparcados a la puerta del parque, no auguran nada bueno.
Nada más entrar te llevas la sorpresa de tu vida porque multitud de ciervos de todas las edades y estaturas conviven con el visitante al que, si no está ojo avizor, le roban incluso la cartera. Sí, sí, te acosan y te muerden si no les das nada de comer e incluso te rebuscan en el bolso por si tienes en él alguna cosa apetecible. Y encima, defecan. Es lo único que te vas a encontrar en el suelo japonés y, por eso, debes de tener cuidado de no cortarte. Por lo demás, lo más recomendable es disfrutar de ellos. Están por todo el Jardín. Lo más típico es comprar sembei que son una especie de galleta que devoran. Los ciervos sika son considerados mensajeros de los dioses según el shintoísmo y es por esa razón que están protegidos.
Una vez en el templo Todaiji, que ostenta el record mundial como la construcción de madera más grande del mundo, te encuentras con la estatua del Gran Buda y con la gran puerta de Nandai-mon. Por cierto, uno de los pilares que sostiene el edificio que da cobijo al Buda tiene un agujero en su base de las mismas dimensiones que los orificios nasales del Buda. Se dice que todo aquel que pueda pasar por el agujero será bendecido, por lo que es típico que los padres animen a sus hijos a pasar por el agujero (ya que cuando sean mayores lo tendrán más complicado). Si vais a Japón algún día y visitáis Nara y además sois de complexión delgada, ¡intentadlo! Es todo un espectáculo ver a los padres animar a sus hijos de corta a edad a pasar por aquel pequeño “gargantúa”.
Pequeños escolares pasando por la “fosa nasal” de Buda, signo de bendición
Continuamos nuestro periplo repleto de gente, local y extranjera, pero muy ordenada y silenciosa por lo que no molestan.
Dentro del parque de Nara, continuamos paseando por los caminos del santuario Kasuga-Taisha, famoso por tener multitud de farolillos de bronce (llamados tōrō) y de piedra por todo el recinto. La guía nos cuenta que es especialmente bonito visitarlo durante el festival de Setsubun Mantoro (del 2 al 4 de febrero, como parte de las celebraciones del setsubun) y durante el festival de Obon Mantoro (del 14 al 15 de agosto, durante las celebraciones de obon), ya que sólo entonces los miles de farolillos de bronce y piedra se encienden simultáneamente, creando un ambiente espectacular. En uno de los extremos del parque de Nara, se puede contemplar, si llegas hasta allí y no te has aburrido de ver “linternas”, la fantástica pagoda de cinco pisos del templo Kofukuji que fue trasladado hasta Nara desde Kioto en el año 710.
Gran Buda en el Santuario de Kasuga.
Llegado a este punto, era hora de comer. Sí, sólo eran las 12:00 h. Pero es que es esa, y no otra, en la que se disponen a comer los nipones, de la misma manera que cenan a las 19:00 h. Imaginaros, no hace falta mucha imaginación, a la hora que desayunan. La comida buffet, correcta y sin ningún descanso al autobús en dirección a Kioto.
La sensación que me queda de Osaka, la 3ª ciudad más grande de Japón, es que es una ciudad que se ha quedado a medio camino. Muchos edificios grises lo que dota a la ciudad de un aspecto triste y un tanto melancólico. Junto a una ciudad moderna y cosmopolita, y muy al lado, se encuentran construcciones pequeñas y baratas que no la hacen atractiva a pesar de su cultura milenaria y sus avances en tecnología punta. En definitiva, no merece extenderse más sobre ella, al menos sobre lo que nos enseñaron. No me ha gustado.
La primera impresión al llegar a Kioto es la de mucha gente, un gentío inmenso por todos lados. Está situada en una llanura rodeada de montañas, sus calles están diseñadas hace siglos como si fuera un tablero de ajedrez. Es el centro cultural de Japón y tendremos ocasión de admirar su arquitectura, sus jardines y ensalzar su exquisita artesanía.
Nos dirigimos a otro santuario llamado Fushimi Inari-Taisha. Este fascinante santuario, estuvo dedicado y consagrado al dios del arroz y del sake (es una bebida delicada, estilo vino de arroz ideal para sushi, pescados, mariscos y verduras), por el clan Hata, en el siglo VIII. Como el papel de la agricultura ha disminuido, las deidades fueron utilizadas para asegurar la prosperidad de las empresas.
El mágico y aparentemente interminable camino de más de 5.000 puertas enmarcadas de color naranja vivo (Toriis), que serpentean a lo largo de las colinas detrás del santuario Fushimi Inari–taisha, lo convierte en uno de los santuarios más populares del Japón. La caminata alrededor de la parte superior del recinto es una agradable excursión hasta donde cada cual quiera llegar. Permite además un placentero y a la vez temeroso paseo por la tarde y a primeras horas del anochecer, cuando los diferentes cementerios y santuarios en miniatura que te vas encontrando por el camino, toman un aire misterioso y mágico.
Cientos de farolillos jalonan los paseos por el santuario Fushimi.
Este santuario, también cuenta con decenas de estatuas de zorros. El zorro es visto como el mensajero del dios de los alimentos, más concretamente de los cereales, Inari, especialmente del arroz, plato nacional del Japón. Podemos ver varios zorros de piedra, alguno de ellos con unas llaves en la boca que abren los graneros del arroz. Este santuario es el lugar central para unos 40.000 santuarios Inari dentro de todo el Japón.
Pero lo que más llama la atención en este santuario son los miles de Toriis de color naranja, uno inmediatamente detrás del otro durante 4 kms de caminos que casi parecen formar un pasadizo techado y que han sido donados por comerciantes que ponen sus nombres o los de sus negocios en los torii para que el dios Inari les sea propicio. Caminar por ese paseo es una experiencia maravillosa que te hechiza y que recomendamos a todo el que vaya a aquel país. No es sencillo porque tiene subidas de bastante pendiente que luego hay que bajar.
La puerta Romon es la puerta principal de acceso al santuario Fushimi Inari que vemos justo después de pasar el segundo gran torii naranja. La puerta fue construida por orden del regente Toyotomi Hideyoshi en 1589. Cuenta la leyenda que cuando la madre de Hideyoshi cayó enferma, éste rezó a la deidad de Inari y prometió una generosa donación si la salud de su madre mejoraba. Sus rezos surtieron efecto y con la donación de Hideyoshi se construyó la puerta Romon como puerta principal de acceso al santuario Fushimi Inari.
Toriis alineados durante 4 kms.
Con estos antecedentes, a partir de ese momento, los fieles comenzaron a donar las puertas torii para solicitar y agradecer los favores de la deidad del santuario, creando así el famoso camino Senbon Torii o camino de las mil puertas torii que cubren todo el camino desde el santuario interior hasta la cima del monte Inari.
Si pudiésemos exhibir todas las fotos que hemos hecho de este lugar, podríais comprobar que la cantidad de gente que había esperando para hacer la ofrenda en el santuario principal y pedir al dios que les escuche era tremenda y muy emocionante. Según datos del The Japan Times, en 2010 visitaron el santuario 2,7 millones de personas durante únicamente los tres días de fiestas de Año Nuevo… ¡una locura!. Menos mal que no fuimos en esas fechas.
Cansados y admirados por las bellezas vistas durante el día, nos desplazamos hacia el Hotel Kioto Tokiu, un hotel de rango superior, que tiene el nº 52 entre los 395 hoteles del entorno y que sin ser un 5 estrellas estaba muy bien. Habitaciones modernas aunque algo pequeñas, personal encantador, desayuno muy completo, pero algo lejos del centro, sin ambiente en los alrededores.
Nos dan de cenar en el mismo hotel con un menú variado y muy correcto. Lo que pudimos comprobar fue lo caro de los precios de las consumiciones tanto en el hotel como en los locales cercanos. Después de una pequeña sobremesa en el pub del hotel, donde curiosamente estaba permitido fumar, en el que el tema de conversación fue lo anacrónico de los postes y tendido eléctrico en un país tan tecnológicamente avanzado, nos fuimos a la cama satisfechos.
Joven que vive voluntariamente en el santuario, una especie de novicia.
4º Día.- 18/5/2018
¡Vaya manera de empezar el cuarto día! Yo, que no duermo nada por cuestiones prostáticas, a las 6:00 h. ya estaba en la calle con ganas de darme un “garbeo” por los alrededores. Aviso que en Japón y en esta época del año, amanece a las 4:30 h. por lo que la luz no es ningún problema. A 100 mts del Hotel me encuentro con un gran templo con las puertas abiertas. Como una de mis virtudes es la curiosidad, me arriesgué y entré preparado para recibir la primera torta de algún ninja que estuviese por allí de guardia. Pero nada de eso sucedió.
Me dirigí hacia el edificio que parecía el principal y estaban en plena ceremonia budista. Una vez descalzos y dejados los zapatos en la entrada pudimos, mi santa esposa y yo, acceder al interior. Unas 50 personas seguían fielmente sentados sobre sus talones las enseñanzas de “La esencia del Jodo Shinshu” que fundase Shinran Shonin en el siglo XIII y que un monje recitaba cadenciosamente. En un lateral unos 30 muchachos jóvenes permanecían hieráticos escuchando el sermón. Menos mal que había, al fondo unas sillas, de las cuales hice uso. Eso sí, teniendo mucho cuidado de que los dedos de los pies estuviesen recogidos, ya que éstos no deben apuntar nunca hacia el Buda. Si así fuere, viene un monje y te da una colleja por esa falta de respeto. ¡Hasta ahí podíamos llegar!.
Los recintos del Nishi Hongwanji están reconocidos como Tesoros Nacionales y Gran Patrimonio Cultural del Japón. Además, desde 1994, es reconocido como Patrimonio Mundial por la Unesco. Una pena que los demás miembros del grupo se lo perdiesen porque mereció la pena.
Pabellón principal donde se celebran las ceremonias del Templo Nishi Hongwanji.
Que yo sepa ninguna más de la expedición vio este Santuario y es una pena porque aparte del templo central tenía varios pabellones visitables muy hermosos y de gran valor histórico.
Durante el desayuno reiniciamos la conversación de la noche anterior. Hay una gran perplejidad porque en todo Japón, el tendido eléctrico está a la vista. Postes y cables cuelgan sobre las calles niponas. Esto es así principalmente porque es la forma más sencilla de poder repararlos con facilidad tras los frecuentes terremotos, más de 10.000 registrados el pasado año, pero tenerlos al aire también conlleva peligros, por lo que recientemente el gobierno ha acordado enterrarlos. Les va a costar tiempo y dinero, pero tengo el convencimiento que si volviese dentro de 15 años, no quedaría un solo cable a la vista.
Seminaristas shintoistas saliendo del Temploi Nishi.
Existen dos razones por las cuales Japón tiene este sistema de cableado hasta ahora, una de ellas es que después de la segunda guerra mundial, la urgencia por dotar de electricidad a las ciudades japonesas hizo que las autoridades optaran por el método más rápido. Que fue, en lugar de soterrar las instalaciones, usar postes de luz y hacerlo todo aéreo. La segunda razón es que debido a las inclemencias naturales que sufre el país, los edificios se destruyen y se vuelven a construir cada 30/40 años aproximadamente, por lo tanto hay que imaginarse construir una infraestructura subterránea para el cableado y que se destruya en pocos años. Dichas instalaciones tienen costes muy elevados y un alto riesgo de destrucción, por esta razón optan por el cableado exterior con un coste menor y más rápido de reparar o de habilitar en caso de avería. Aunque resulten muy feos a la vista.
Esta es la explicación que obtenemos de la guía, Hiroko, que no nos termina de convencer del todo dada la modernidad tecnológica del país pero éste es uno más de sus contrastes, y es que, además, a los japoneses les gusta verlos así porque es lo que han tenido toda la vida.
Una muestra del estado del cableado eléctrico.
El omnipresente Google informa que mañana habrá lluvia en abundancia por lo que, prudentemente, las dos guías nos proponen un cambio de planes que todos aceptamos. Hoy visitaremos el bosque de bambú Arashiyama “Camino de Bambú” una de las mayores atracciones turísticas del país. Se dice que un paseo por este santuario vegetal es como depurar el alma, algo que no somos capaces de transmitir con palabras pero quizá sí con las imágenes que muestran el embrujo que transmite el lugar. Es un paisaje único, de ensueño, que nos transporta a través de una vivencia quasionírica mientras se camina entre miles de bambús que se alzan, unos al lado de otros buscando la luz.
El bambú se yergue sobre la tierra, flexible y esbelto. Tras un largo proceso de enraizamiento crece veloz hacia el cielo apoyado en sus raíces firmes y extensas, y se cimbrea al viento sin romperse. Su secreto: su caña es dura por fuera, yang, y vacía por dentro, yin. El bambú nos da un ejemplo natural de resistencia, flexibilidad, dureza y elegancia, entre otras muchas cualidades. Y sirve para usos diversos muy prácticos.
Ese camino te deja boquiabierto, no paras de hacer fotos aunque te cruces con miles de visitantes que como tú intentan captar en una imagen la esencia del lugar con sus infinitos matices de diferentes verdes existentes en cada uno de ellos, desde el suelo hasta el cielo. Se siente la magia del lugar. El sonido del viento ululando entre los bambúes y el tranquilo arroyo de montaña conforman una relajante atmósfera donde el visitante puede sentarse entre los bambúes en un gran banco circular hecho en madera del mismo bambú. La guía nos cuenta que en otoño las hojas cambian su tonalidad, y se puede contemplar tanto el tradicional paisaje de una localidad de aguas termales como el aspecto de unas calles iluminadas paseando por este lugar. Muy poético pero que denota lo especial del lugar.
Camino de Bambú con la guía Hiroko en primer plano y su inseparable paraguas.
No nos queremos ir de allí pero el hambre nos llama “Onaka ga suita”, por lo que nos llevan a un Restaurante italiano donde nos deleitan con una comida abundante, saludable y reparadora. No hay siesta. Un par de horas libres. Callejeo y tiendas. Muy difícil de encontrar un lugar donde te vendan una cerveza aunque teníamos un sherpa importante, ¿verdad, Fernando?
Sin tiempo para nada nos llevan a otro templo budista en este caso, el de Tenryu-ji. A todas luces recomendable su visita. El Tenryu-ji es un templo budista zen de la secta Rinzai, fundada en el oeste de la capital en 1339-1342 por el monje Muso Soseki (1275-1351) que soñó con un dragón que salía de un río cercano. Este es el primero de los cinco gozán (cinco templos principales) de Kyoto y tiene un maravilloso jardín que en cada temporada exhala una sofisticada belleza. Este es un triunfo de diseño; el jardín posee un gran estanque que capta el reflejo de los árboles de arce y las grandes rocas de corte áspero de la periferia. Un camino de piedra atraviesa un jardín de musgo, que son como un artístico grabado natural, pintado con una mezcla parsimoniosa de verdes y marrones anaranjados.
Estos jardines, Sogenchi, con unos rincones impresionantes, son imposibles de describir en unas pocas líneas. Hay que estar allí y verlo. Se respira tranquilidad y quietud a pesar de los cientos de personas que te rodean. Si no has estado allí es imposible imaginar la belleza que se aprecia a simple vista, con una gama de colores deslumbrante, una disposición perfecta de las distintas especies de árboles y una paz que sosiega el cuerpo y el espíritu.
Un solo ejemplo de cómo están de cuidados los jardines.
Hemos querido dar unas pinceladas a este cuadro bellísimo por su colorido y disposición, pero quizá la atención habría que fijarla, y no vi a mucha gente que lo hiciera, en la cascada, situada justo enfrente de la residencia del Abad del Monasterio. Se llama Puerta del Dragón.
Aparentemente, en sus orígenes, la cascada proveía de agua al lago; hoy está seca, aunque su diseño y la distancia de observación dan la impresión de que el agua sigue fluyendo. La cascada hace alusión al antiguo mito taoista de la carpa (pez de los estanques) que remonta el arroyo contra la corriente y salta para alcanzar la cima de la cascada: en ese momento se transforma en dragón. Si bien en otros jardines la roca-carpa se encuentra en la base de la cascada, aquí ya ha saltado y su metamorfosis da comienzo.
Como podemos comprobar, la mitología japonesa está plena de leyendas, muchas de ellas de tonos infantiles, o se basan en sueños místicos que luego se siguen al pie de la letra. Hemos podido comprobar que hasta en los Teleberris de las T.V. locales, el tiempo que va a hacer se explica con dibujos de colegial o similares hasta con los héroes de los dibujos animados de moda. También ésta es una característica de la personalidad japonesa.
Tenemos que irnos a la carrera porque en otro lado de la ciudad de Tokio nos esperan las oficiantes de la “Ceremonia del Té” que nos harán una demostración y una degustación. Siguiendo las instrucciones de nuestra guía Hiroko, debíamos de llevar puestos calcetines “sin tomate” ya que deberíamos de entrar en la casa sin calzado para no manchar los tatamis.
Interesante ceremonia como interesante la oficiante. Estoy convencido que nos enamoró, al menos a los hombres, por su expresión serena, su sonrisa tranquila, sin fingimiento, sus movimientos suaves, calmados y de una harmonía delicada. Juzguen ustedes.
Oficiante de la ceremonia del té.
La Ceremonia del té o Chanoyu, es un acto exclusivo de Japón, que constituye una forma ritual de preparar y beber el té. Esta costumbre social se introdujo en el país desde China en el siglo VIII, pero el té verde en polvo, que es lo que más habitualmente se toma, no aparece hasta finales del siglo XII. El rito que se extendió en el siglo XIV y que se practica en la actualidad fue creado en la segunda mitad del siglo XVI por el maestro Sen No Rikyu. La anfitriona dedica todo su ser a crear un ambiente en el que sus invitados disfruten estética, intelectual y físicamente rodeados, al mismo tiempo, de una gran serenidad.
Los estrictos cánones del “chanoyu”, que a primera vista pueden parecer pesados y meticulosos ya que duran hasta 4 horas, están calculados para conseguir el mayor ahorro posible de movimientos. La composición debe respetar una estructura triangular, donde brille la simplicidad y claridad de movimientos.
Sin duda, estos formalismos han influido de manera fundamental en el comportamiento de los japoneses, aunque se vaya notando el desapego de los jóvenes hacia este tipo de ceremonias.
A mí, particularmente, no me ha gustado el té a pesar de que nos han asegurado las dos oficiantes que era de los mejores y más caros del mercado. Una vez finalizada la ceremonia nos han enseñado la casa en la que prácticamente no hay muebles, te mueves sobre esterillas y es muy estrecha con escalera un tanto peligrosa teniendo en cuenta que vas en calcetines o descalzo y el riesgo de resbalón es alto.
Después de un merecido descanso e inmediatamente después de que Jorge se felicitase por las buenas comidas y cenas hasta ese momento, llegó la apoteosis del buen gourmet, el éxtasis del “tripaahundi” más exquisito, el 7º cielo de la gastronomía. Nos llevan a cenar a un Restaurante japonés, únicamente con un amplio surtido de elementos y salsas netamente de la gastronomía del país. El menú que nos colocan delante es un auténtico menú (por la cantidad de platos) con lo mejorcito de la alta y moderna cocina japonesa.
Nuestra nunca bien ponderada guía, Hiroko, orgullosa de sus lares y de sus ancestros quería mostrarnos las exquisiteces del “Arzak kiotoarra”, del “Martín Berasategi” de la deconstrucción culinaria, el “Argiñano” del show business de la cocina. A fé que lo consiguió. Nunca en mi vida lo he pasado tan mal en un Restaurante. Nunca en mi vida había visto tanta vajilla de tantos tonos y dimensiones. Para que quede constancia para la posteridad, se llama Ganko Takasegawa Nijoen, precioso y tradicional restaurante ubicado en la antigua casa de Yamagata Aritomo, (ministro de la guerra del siglo 19 responsable de modernizar el ejército japones) en un barrio muy bonito.
El servicio es muy atento y va vestido con los trajes tradicionales y la comida muy buena (como en la mayor parte de Japón) para el que soporte los sabores de las distintas salsas. La carta es un poco complicada de entender, aunque no nos hacía falta y encima tenían tres cartas diferentes para poder elegir.
Lo más característico del restaurante es el jardín japonés, precioso y muy bien cuidado con lago de carpas incluido, magnífico, semejante al que puede haber en cualquier templo de los visitados. El precio no es caro (unos 20 Eu por persona, bebiendo agua que es gratis). Realmente es un buen restaurante tradicional. Ciertamente al entrar se puede comparar con los típicos restaurants para turistas y puede ser que en parte lo sea pero es una muy buena experiencia y al fin y al cabo… nosotros éramos turistas.
Los vivos colores de los diferentes cuencos llamaban poderosamente la atención pero no se correspondían con los “ricos sabores” que dice la canción chimbera. Variedad de sets de sushis. Lugar increíble. En medio del jolgorio y regocijo que nos producía cada nuevo cuenco que nos depositaban en la mesa, una hemorragia de sabores nuevos inundaba nuestras sorprendidas papilas gustativas. No me voy a extender más sobre esta maravilla de cocina y vajilla que, desde ese día, miro con otros ojos.
Y así, cuenco a cuenco, entre los que destaco el sukiyaki, el kushiage y el tonkatsu, fuimos desgranando aquella cena inolvidable, única, incomparable y sin parangón. Juro por mis “kamis” que probé de todo y no me gustó de nada. No estoy preparado para esa cocina. Y yo soy el que más lo siento. Y un hurra para el que se puso las botas.
Una pequeña muestra del menú japonés. Después vendrían 7 platos más.
En mi vida he añorado tanto un bocadillo de salchichón o similar. Y todos a los que les ha pasado algo parecido saben bien de lo que estoy hablando. Eso no quita para que a otros les haya encantado y se hayan puesto “tibios” porque el número de platos servidos ha sido por encima de la decena.
De todos es sabido, porque estoy convencido de que el que esto está leyendo ha estado anteriormente en el país del Sol Naciente o se ha empapado por Google, que al penetrar en estos lugares hay que descalzarse y dejar los zapatos en la puerta, en un lugar dispuesto “ad hoc”, por lo que tienes que estar preparado para llevar, con cualquier tipo de calzado, unos calcetines de no muchos colores y “sin tomates” como nos reiteraba de manera continuada la guía. Es obligado e indispensable.
Si íbamos de sorpresa en sorpresa cada vez que aparecía una educadísima camarera haciendo una retahíla de reverencias con un nuevo plato de Tofu con otra distinta salsa e íbamos por el 8º, cuando la próstata me llamó rompiendo la monotonía y de qué manera. Allí que fui al excusado y al penetrar en el habitáculo pude comprobar cómo es la sociedad japonesa para estas cosas del mear masculino, con sus salpicaduras incluidas. A 1 metro aproximadamente del mingitorio o urinario individual, unas sandalias te invitaban a ponértelas por si tu habilidad no conseguía evitar las salpicaduras del líquido elemento sobre los calcetines.
Urinarios con sus correspondientes zapatillas.
De vuelta al autobús y después de un pequeño viaje nos acercamos hasta el centro de Arashiyama, deteniéndonos en el puente Togetsukyo -literalmente, “puente que cruza la luna”- y cruzarlo, desde el que se tienen vistas espectaculares de 360 grados de toda Arashiyama. El puente es una reconstrucción (de la década de 1930) de un puente del periodo Heian y queda precioso con las montañas de telón de fondo y el río bajando caudaloso entre los cantos rodados, lo visitemos en la estación que lo visitemos.
El “Puente que cruza la Luna” Togetsukio.
Parada corta porque nos espera la visita al templo de Sanjusangendo. En el barrio de Higashiyama hay un templo budista con un secreto bien guardado. El Sanjusangendo y sus obras de arte son una celebración de lo inmortal y lo efímero.
El edificio principal tiene ciento veinte metros de longitud y parece extenderse en el horizonte. El sitio parece cultivar un interés por el simbolismo de los números y la abundancia: su nombre «Sanjusan«, «33», número sagrado para los budistas, también se refiere al número de intervalos entre los pilares que sostienen su arquitectura de madera. Desde el exterior hay poco que ver, excepto sobriedad. Pero el interior es un mundo alucinante creado por la cantidad de estatuas todas perfectamente alineadas.
Construido en 1164 y reconstruido exactamente un siglo más tarde, el refugio de Kannon, Bodhisattva de la compasión, se ha mantenido intacto. El Sanjusangendo alberga una gran estatua de la diosa y mil otras estatuas hechas de madera y cubiertas con hojas de oro. Este universo budista está protegido por veintiocho deidades que le dan al lugar la armonía de la exactitud y de la inmutabilidad. Esta inmutabilidad está bien protegida pues está prohibido fotografíar en el interior del este espacio. Y es por ello que no tenemos ninguna que ilustre lo que estamos narrando pero tenemos ésta que he tomado prestada de Internet para que nos hagamos una idea.
Las 1001 estatuas de Kannon están situadas en la galería principal del templo, muy alargada, y que consta de un pasillo en un lateral y un estrado en escalera que ocupa el resto del espacio, en el que están situadas las imágenes. 1000 de ellas son iguales, hechas de madera chapada en mental y de un tamaño similar a una persona; la que queda es de más de 2 metros y mucho más detallada. Aparte de la diosa, hay estatuas de los 28 espíritus/deidades guardianas subordinados de Kannon, destacando las de Raijin (dios del rayo y el trueno) y Fujin (dios del viento). Estos dos, junto a la estatua grande de Kannon son Tesoros Nacionales de Japón.
Una curiosidad de los japoneses es que las religiones budista y shintoísta han convivido tanto tiempo que se han mezclado sus ritos y sus mitologías. Por eso mismo, la diosa budista Kannon controla a Fujin, Raijin y 26 deidades shintoístas más.
Foto “robada” de las 1001 estatuas de Kanon
Sanjûsangendô posee unos jardines muy bonitos que en primavera, con la floración del cerezo y otras plantas dan mucho colorido al conjunto. También existe un estanque decorativo con una roca en el centro, del que se dice que si tiras una moneda y ésta cae en la piedra, te dará buena suerte. Nosotros probamos sin mucha suerte, pero a juzgar por la cantidad de dinero en el estanque o la gente tiene mucha fé o en realidad ha tenido mucha suerte. Es muy popular.
La guía se para ante una explanada de unos 200 m para explicarnos que el domingo más cercano al 15 de enero, una multitud se reúne para el ancestral Toshiya Matsuri, festival celebrado en los espacios del templo que incluye tiro al arco. Los jóvenes de Kyoto que se están preparando para entrar en el mundo de los adultos vienen con sus familias, vestidos con kimonos de colores y llevando hermosas flechas de madera fresca. Durante una antigua celebración del período Edo (1603-1868), la prueba de resistencia y paciencia requería a los arqueros que lanzaran la mayor cantidad de flechas posibles desde el sur de la galería hasta un objetivo situado al norte…¡durante veinticuatro horas consecutivas! Algunos han llegado a lanzar hasta 13.000 flechas.
Jardines de Sanjusangendo en todo su esplendor.
Y de repente apareció ella. Aunque ya el diablo “Google” nos lo venía avisando, no por ello nos dejó de sorprender una persistente lluvia. La idea inicial, corroborada por el inestimable Jorge al que habíamos enviado de sherpa a media tarde, al famoso barrio de Ponto-cho, fue seguida por un grupo entusiasta. El agua, que caía con fuerza, no podía arredrar a un grupo de Bilbao, aunque sí a otro grupo de la periferia de la capital bilbaína que prefirió guarecerse en el hotel.
Y allí que nos fuimos a experimentar el ambiente nocturno de la civilización japonesa. Otro sí, de la juventud nipona, porque parece que es lo que nos quieren mostrar a los turistas o es otra de las características ininteligibles de la idiosincrasia nipona. Mientras caminábamos por sus calles me iba haciendo esta pregunta: ¿Dónde están los mayores de 35 años? Parece que nos los quieren ocultar, como si sintiesen vergüenza de ellos, mostrándonos sólo la pujanza de una juventud cada vez más occidentalizada. O ¡es que los mayores no se divierten!
En horario laboral sí ves adultos de 30 a 60 años, pero a partir de las 18:00 h (salen de trabajar a las 17:00 h.) ves muy pocos, parece que se esconden y dos sitios donde se refugian es en los “karaokes” y en el “pachinko”, juego del que hablaremos más adelante porque tiene su tela.
Y ancianos…prácticamente ni los ves por las ciudades. Muchos se sienten desamparados por la administración y sus familias por lo que optan por la delincuencia. Sí, habéis leído bien. La sociedad japonesa no es perfecta.
Tienen más de 60 años y son el nuevo grupo de delincuentes que está llenando las cárceles de Japón. Son arrestados, principalmente, por robar en tiendas y por reincidir hasta seis veces en el mismo delito. Su objetivo es, precisamente, ese: acabar en prisión. Estar en un lugar que les proporcione techo, comida, luz y agua… a cambio de su libertad.
Este es el camino por el que han optado muchos ancianos en el país nipón, con tal de no pasar sus últimos años de vida solos y sin recursos económicos. Algo que ha ocasionado una ola de delitos sin precedentes, pues casi un 40% de los hurtos son cometidos por personas de más de 60 años. Casi el doble que hace una década.
Calle del barrio de Pontocho
María, nuestra guía siempre solícita y dispuesta a agradar, nos condujo hasta el famoso barrio donde se mezclan la ancha y larga avenida repleta de tiendas como Zara, Louis Vuitton, etc… con unas callejas laterales que contienen una surtida gama de restaurantes y bares genuinamente orientales. La mezcla de colores y olores se me antoja indescriptible.
Para ese momento, la lluvia nos había calado hasta los huesos, al menos a mí, que por toda protección llevaba un impermeable de la DYA. Había ambiente pero no el esperado por lo que decidimos volver al Hotel y andando. Mala decisión que nos costó una caladura de aúpa al tener que andar durante una hora los 4 Kms que había hasta el Hotel. En Taxi hubiésemos tardado 10 minutos por 5 euros cada uno. Pero la decisión estaba tomada y quise seguir con todos.
No dio más de sí el día, que ya es bastante, y nos fuimos a la cama en la seguridad del deber cumplido según consta en los anales del buen turista.
Artículos de la crónica del viaje a Japón, «ruta Tokaido»
2 Comentarios en “Japón. «Ruta Tokaido». Crónica de un viaje inolvidable (I)”
Cuando en octubre de 2017 me propuso María un viaje especial para la Asociación y me habló de Japón me quedé un poco fuera de juego. Este destino no entraba dentro de mis favoritos y hacer dos grandes viajes a Extremo Oriente en 14 meses era un factor que pesaba.
Empecé a leer sobre Japón, a dejarme aconsejar por María (que buena profesional) y a vivir la preparación que hacía con tanto detalle. Y así llegué a la conclusión de que era perfecto para esta nueva andadura de la Asociación.
Como me decía Maria, tenía que ser un viaje «con alma». Y lo ha sido.
Todos los objetivos se han superado. El país, sus gentes, la organización y el muy buen ambiente del grupo.
Gracias.
Y no se me olvida: MAGNÍFICO TRABAJO, Javisan.