MARQUES DE ARRILUCE
Paseo del Marqués de Arriluze e Ybarra.- Foto: Autor
Hay personas que surgen, desde el anonimato, con unas cualidades determinadas y se crean un nombre que queda para la posteridad, sin que ningún otro miembro parental bien antepasado, bien descendiente hayan salido del vulgo popular.
Hay ocasiones, en cambio, que las familias, se convierten en dinastías, linajes, sagas incluso en clanes, como quieran ustedes llamarlos, que se perpetúan en el tiempo y que por diversas causas sobresalen sobre el resto manteniéndose durante generaciones en la cúspide social, política y económica. Es prácticamente imposible encontrar una familia que se pueda catalogar como dinastía y que hayan perdurado como empresarios y capitalistas durante más de dos siglos y seis generaciones, dominando todos los sectores más relevantes de la economía española. Y sin embargo, las hay y están entre nosotros. Lo que será sumamente difícil es compendiar en unas páginas la extensa e intensa vida de una familia de este calibre y de un personaje como el que nos ocupa.
Comunicación del Alcalde José Luis Oriol al Pte.de la Junta de Obras del Puerto,
sobre el cambio de denominación del paseo Muelle de Arriluce..- Rfa. Getxosarri.blog
Así ocurre con la familia de los Ybarra, de sobra conocida incluso en la actualidad, siendo así desde hace más de 200 años, en los que las distintas generaciones familiares han permanecido como saga empresarial de éxito, convirtiéndose en uno de los clanes más poderosos de nuestro país durante los últimos dos siglos. La historia de los Ybarra en ese periodo de tiempo es sinónimo de enriquecimiento por la vía comercial, en primer lugar, y la industrial posteriormente, así como por la implantación de un modelo capitalista que les ha ido dando pingües beneficios al saber desarrollar sus inversiones y evolucionar con la propia sociedad. Esta es la clave de su surgimiento y posterior mantenimiento en la élite empresarial, bancaria y social. Las uniones matrimoniales hicieron el resto.
Decir u oír “Familia Ybarra” es sinónimo de riqueza y poder, es hacer arte del permanecer en la cúspide de la oligarquía, con un guiño colateral para la beneficencia y la obra social, como corresponde a una familia de amplia raigambre religiosa. No habrá otra familia que haya influido tan poderosamente no sólo en el devenir de Vizcaya sino de España entera. Su triunfo ha sido el saber mantener un sentimiento de pertenencia a una misma familia, lo que les convierte en un verdadero clan. Todavía hoy en día, cuando surge la marca “Y”, todos imaginamos, al instante, que se está hablado de ellos, los Ybarra.
Aunque el linaje de los Ybarra no proviene de ninguna nobleza de rancio abolengo, sino de trabajadores humildes, el 15/5/1774 nació en San Julián de Muskiz el que está considerado el patriarca de la saga José Antonio de Ybarra y de los Santos. Su padre fue Capitán de la Marina Mercante (falleció durante un naufragio junto a su otro hijo Félix Venancio) y su madre provenía de una acomodada familia de Otañes (Santander). Al casarse se asentaron en Muskiz.
Antes de seguir haciéndome eco de la Historia, debo dejar claro que si consigno el apellido Ybarra con Y griega es porque así lo ha mantenido siempre la familia hasta nuestros días, como distintivo de su firma comercial, por ejemplo, la marca “Aceites Ybarra”, de la rama sevillana de la familia desde 1842 y porque así lo han querido todos los sucesores como queda reflejado en sus amplios Archivos y documentación.
Sus antepasados, y hablamos del siglo XVI, provenían de un antiguo caserío de Getxo, descendiente del linaje de los Ybarra-Bengoa. Una de las más ilustres casas de este linaje es la que de tiempo inmemorial tuvo su asiento en el barrio de su nombre, en la anteiglesia de Getxo, perteneciente a la merindad de Uribe, en el Señorío de Vizcaya, solar común con el inmediato y su limítrofe de Sopelana. Su origen allí es antiquísimo. En los primeros documentos que se conservan de mediados del siglo XVI, ya se habla de la existencia de la familia de Ybarra; posteriormente en 1688 se cita el barrio de Ybarra, y en 1714 la portalada de Ybarra. En Getxo, al lado de la primitiva casa solar infanzona de nobles caballeros vizcaínos originarios de sangre, seguramente casa fuerte o torre, que dio nombre al citado barrio de Ibarra, fueron construyéndose otras casas, derivadas de aquella, por hermanos o hijos segundos de sus señores, apellidándose para distinguirse entre sí Ybarra-Bengoa o Ybarbengoa, Ybarberango, Ybarra menor, Ybarra-Jauregui, etc.
El patriarca inició su ascendente e imparable carrera al ser elegido Regidor por el Concejo de Somorrostro en 1798, y poco después, Procurador y representante de ese Municipio en las Juntas Generales de Bizkaia. Su medio de vida era la Procuraduría, la que, gracias a sus buenos oficios, le proporcionaba cada vez una mayor clientela, y el descuento de Letras de Cambio con lo que se iniciaba, así, en los recovecos bancarios. Si a esto le añadimos las propiedades que consiguió al quedar como único heredero de los bienes de sus padres y tíos, convergeremos en una persona convertida, ya a los 25 años, en acaudalada y muy conocida a nivel de calle por méritos propios y de herencia. Su mejoría económica le proporcionó el poder residir en una vivienda mejor en la calle Portal de Zamudio nº 7 de Bilbao a partir de 1801.
Los sucesivos cambios políticos, la acusación de afrancesado y los malos tiempos económicos hicieron que volviese la vista hacia el comercio y los proyectos industriales abandonando definitivamente la abogacía. La tienda que, junto con su esposa Jerónima Genoveva Gutiérrez de Cabiedes y de la Losa, puso hacia 1812 en la c/ La Ribera de Bilbao, consiguió un gran éxito con la venta de telas, alimentos como el queso o el bacalao, y los perfumes y colonias traídos desde Bayona.
El matrimonio tuvo 11 hijos, aunque 4 de ellos perecieron antes de cumplir el primer año de vida. Pero lo que en realidad catapultó a la pareja hacia la alta burguesía bilbaína fue el comercio de vena y hierro de las minas de Somorrostro y las ferrerías con las que se fue haciendo por toda la cornisa cantábrica. Para 1820 se había convertido en uno de los principales propietarios de minas y ferrerías, cumpliendo el papel de abastecer de vena a los dispersos centros siderúrgicos del Norte de España, en especial a Vizcaya y Guipúzcoa. Como mera anécdota, en 1815 y desde la vecina Santander, cargó 18 grupos de hierro, 4 cajas de hachas, 4 barriles de clavazón, 3 cajas de sidra embotellada, 4 barriles de sidra y 2 piedras de lavar chocolate en la Goleta Victoria que llevaba al mando al Capitán Sarría, algorteño, rumbo a las Islas Caribeñas. Pero la goleta naufragó, perdiéndose la carga pero no la tripulación. Este revés y otros parecidos se los tomaba con aire deportivo, insistiendo en sus intenciones de iniciar y continuar sus relaciones con La Habana.
El 22/11/1827 se firmaría el Convenio y el 1/1/1828 nacería, por unión muy interesada de varios de los empresarios mineros más fuertes, la Sociedad “Ybarra, Mier y Cía”. El que esta empresa fuera mayoritaria en la explotación de vena y que fuera la que negociaba las deudas de los ferrones convirtiéndose prácticamente en monopolio, hizo que, definitivamente, José Antonio Ybarra tuviese un lugar preeminente en la oligarquía vasca y alguno de sus herederos como José Mª de Ybarra y Gutierrez de Caviedes en la andaluza al instalarse en Sevilla empleando los capitales heredados de su padre. Allí fundó un grupo empresarial independiente de la casa matriz bilbaína, pero con fuertes y perdurables lazos. A pesar de esta aparente separación en el espacio, los Ybarra, y éste es su gran triunfo, continuaron con su política de “unidad de acción familiar”, a la vez que su estrategia comercial pasaba por la diversificación. Su red comercial se fue extendiendo por toda la geografía española más estratégica, Madrid, Barcelona, Sevilla, sin despreciar actividades harto dudosas pero que en aquellos tiempos no estaban del todo mal vistas pero que proporcionaban pingües beneficios, como el contrabando de harina francesa o la contratación de barcos negreros desde África a Cuba. No nos podemos olvidar de su exquisita política matrimonial, consiguiendo con ella no sólo la consolidación de sus patrimonios sino un incremento considerable de los mismos.
Ya con sesenta años, aprovechando el parón de la actividad económica que trajo aparejada la Guerra, participó en la defensa de Bilbao durante la Guerra Carlista en 1835 como Guardia Nacional. La Reina Regente Mª Cristina de Borbón, por los méritos militares alcanzados, le concedió la Cruz de Caballero de la Real Orden Americana de Isabel la Católica, llevando siempre esta medalla con gran orgullo e inculcando a sus tres hijos varones la conveniencia de pertenecer a la Guardia Nacional, cosa que hicieron y que les sirvió, posteriormente, para obtener preferencia en el cobro de abastecimientos realizados a la tropa, por ejemplo, el trigo en esa época de escasez que les reportó cuantiosas ganancias. José Antonio de Ybarra falleció en 1849 dejando un legado de más de 4 millones de reales basados, fundamentalmente, en los beneficios obtenidos durante 25 años por Ybarra, Mier y Compañía.
Una nueva, la segunda, y numerosa generación fue tomando el relevo a mediados del siglo XIX, manteniendo la apuesta por el hierro pasando de su comercialización a su producción en un proceso progresivo que culminó en 1882 con la aparición de Altos Hornos de Bilbao (A.H.B). Fruto de esta acumulación de patrimonio y sus dividendos, numerosos Ybarra de tercera generación heredaron la propiedad de minas, acciones de compañías ferroviarias, siderúrgicas, o recibieron cánones de explotación minera por parte de compañías extranjeras como Orconera o Franco-Belga (junto a A.H.B. constituían el «triángulo de oro» de los Ybarra), aunque algunos vendieron con rapidez su parte, dejando de lado toda actividad empresarial y dedicándose a vivir de rentas y herencias. Como el propio Díaz Morlán, autor de varios libros sobre la saga Ybarra, demuestra en su trabajo, fueron más los Ybarra que se retiraron a vivir en un dolce far niente porque podían permitírselo, que aquellos que se mantuvieron en la primera línea de los negocios, pero sin perder ninguno la vinculación a la familia y sobre todo a su riqueza.
José Antonio de Ybarra y de los Santos tuvo con su esposa Jerónima Genoveva Gutierrez de Cabiedes y de la Losa, como ya hemos dicho, 11 hijos con desigual suerte. Unos fallecieron antes de cumplirse su primer año de vida, otros no siguieron los derroteros empresariales de la familia y otros se dedicaron con ahínco a seguir los pasos de su antecesor. Uno de estos últimos fue Gabriel de Ybarra Gutiérrez de Cabiedes que a sus 21 años ya tenía la facultad de representación de su padre y con 24 se convirtió en Socio de la empresa antes citada, Ybarra, Mier y Compañía.
Nacido y bautizado en Bilbao en la Parroquia de San Antón, el 2/2/1814, fue Regidor de la Villa entre 1840 y 1845; Apoderado en las Juntas Generales de Gernika en 1841; Vocal de la Caja de Ahorros Municipal de Bilbao fundada en 1845, designado por el Señorío de Vizcaya para establecer un Asilo, en 1863, y en el mismo año Cónsul del Uruguay, Juez de Paz de la misma Villa en 1857, Vocal de la Junta de Instrucción Pública de Vizcaya, en 1857, Cónsul y Prior del Consulado de Bilbao, Presidente de la Junta de Agricultura, Industria y Comercio en 1863, en el año inmediato Vocal de la Comisión Provincial de Estadística, Prior del Tribunal de Comercio en 1865, Presidente de la Excma. Diputación de Vizcaya, Vocal de la Junta de la Exposición de París en 1867, de la del Censo, y de la Caridad de Bilbao en 1869. En 1872 de la Comisión de la Exposición de Viena, y del Ferrocarril de Tudela a Bilbao en el mismo año. Comisario de Agricultura, de la Junta Consultiva de Aranceles y de la de Fomento de la Marina Nacional, Fundador y Patrono de las Escuelas de los Hermanos Cristianos de Deusto, Comisionado por el Marqués de Villanas y el Conde de Peñaflorida para gestionar el restablecimiento de los Fueros, etc…Ascendiente directo de los Marqueses de Arriluze e Ybarra y de los Condes de Urquijo. Fue, en resumen, una de las figuras más ilustres de su tiempo en Bizkaia.
Quizá sea interesante, en este momento, definir de alguna manera al empresario como aquella persona “que con ingenio y creatividad, encuentra los cauces que acrecienten su propia riqueza, poder y prestigio”. No se puede concretar mejor lo que ya a principios del XIX, ansiaban los Ybarra.
Gabriel se casó muy joven con Rosario Arámbarri Mancebo. Tuvieron 5 hijos, entre ellos una de las más grandes figuras de la saga, la Beata Rafaela de Ybarra Arámbarri casada con José Vilallonga Gipuló. Este matrimonio tuvo 7 hijos y dada la gran religiosidad y amor al prójimo de Rafaela, con el consentimiento de su marido, fundó la Congregación de los Santos Ángeles Custodios dedicada a la preservación y perseverancia de las jóvenes y niños en riesgo de exclusión por pobreza, abandono o descuido. Sus obras más importantes fueron, aparte de ésta: La fundación del Asilo de la Sagrada Familia; su activa intervención para instalar, primero provisionalmente y luego con carácter definitivo, la Casa Maternidad de Bilbao; la creación del Colegio de María Inmaculada, para Servicio Doméstico; las Escuelas Dominicales para varios oficios y profesiones; comenzó y sostuvo los trabajos de Catequesis en la Cárcel de mujeres, con obras varias a favor de los hijos de las reclusas; creó la Asociación de Señoras para las Obras de Celo. Falleció el 23 de Febrero de 1900, fue beatificada por el Papa Juan Pablo II en 1984 y actualmente se encuentra en proceso de canonización.
Rafaela Ybarra de Vilallonga.-
Foto : Fundación Beata Rafaela Ybarra
En aquellos tiempos, los Ybarra estaban perfectamente asentados entre la oligarquía, unidos a la monarquía, fervientes seguidores de la Iglesia Oficial y políticamente conservadores. Ello les daba la opción, voluntariamente aceptada de, a la vez que seguían aumentando sus riquezas y poder, abrirse a las obras sociales colaborando en la creación de Colegios, Orfanatos e Instituciones para los hijos de sus obreros, asociaciones en las que se trataba de separar a las mujeres de la prostitución, etc…Todo ello financiado por los Ybarra. Ellos podían permitírselo. Era como una pátina de superficie que permite lucir bonito al exterior.
El segundo hijo de Gabriel y Rosario fue Fernando Luis Ybarra Arámbarri, nacido en Bilbao, y bautizado en la Parroquia de Santiago, el 4/8/1844. Casó en igual parroquia en 1873 con María Nicolasa de la Revilla e Ingunza, conocida por “María la Brava”, se pueden imaginar porqué. Fernando murió en Algorta, oficiándose el funeral en la Parroquia San Nicolás, el 22/9/1888. Fue continuador de las tradiciones comerciales de la poderosa casa Ybarra, asociándose a importantes empresas mercantiles e industriales. Singularmente se debieron a su iniciativa y colaboración, la creación de la Sociedad Altos Hornos de Bilbao aliado con el todopoderoso Marqués de Comillas, en la que no tuvieron que poner ni un duro ya que aportaron las instalaciones preexistentes de la factoría de Baracaldo, y de las compañías mineras «Orconera» y «Franco-Belga», constituidas con el concurso de las más importantes entidades siderúrgicas inglesas, francesas, belgas y alemanas. Estas tres empresas constituyeron el triángulo dorado de sus excelentes resultados económicos. Sólo la herencia dejada por el Marqués de Comillas a su muerte en 1883, se podría comparar con el patrimonio y fortuna de los Ybarra.
Este matrimonio tuvo 7 hijos pero tres de ellos murieron a edad muy temprana. Entre los que sobrevivieron, y por fín llegamos a la cuarta generación y a nuestro personaje, estaba Fernando de Ybarra y Revilla, I Marqués de Arriluze e Ybarra.
Fernando Mª de Ybarra y de la Revilla.-
Retrato de Elías Salaverría.-
Rfa. Colección Iberdrola
La II Guerra Carlista tocó de lleno a Vizcaya durante la primera mitad de 1873. Su más inmediata repercusión entre las familias más acomodadas fue que se fueron dispersando por las provincias limítrofes e incluso por el extranjero. Los padres de Fernando hicieron lo propio, dirigiendo sus pasos a Cantabria, donde Fernando nació el 30/6/1875. No sólo fueron ellos sino la mayor parte de la familia de los Ybarra los que tuvieron que desaparecer durante un tiempo, tanto es así que durante dos años, de 1873 a 1875, prácticamente cesaron sus actividades comerciales e industriales, sobre todo las concernientes a los negocios relativos al mineral que era su principal fuente de ingresos.
Ya a primeros de 1876, volvieron a sus actividades habituales con más empuje todavía que antes desde sus empresas de Orconera y Franco-Belga situadas en La Arboleda. Sus ventas de mineral al extranjero, proporcionaron a los socios y herederos de la empresa Ybarra Hermanos y Cía unos fabulosos beneficios. Estas dos empresas junto a A.H.B. (Altos Hornos de Bilbao) creada en 1882 para la producción de hierro dulce, constituían, como ya hemos dicho, el triángulo de oro de los Ybarra.
El futuro Marqués, acabados sus estudios secundarios, cursó en Deusto, Derecho y Filosofía y Letras durante los años 1891 y 1897. Ya en el año 1898 solicitaba su ingreso en el Colegio de Abogados de Bilbao. Completó su formación en Inglaterra en donde consiguió un perfecto dominio del inglés. Durante toda su vida mantuvo una vinculación considerable con esta Universidad. Incluso cuando se creó la Comercial en 1916 perteneció a su Junta de Patronos. En 1888, a la corta edad de 23 años y con el fin de sustituir a su tío fallecido José de Vilallonga, esposo de Dª Rafaela Ybarra, Fernandito, como se le llamaba entonces, ocupó la vacante en el Consejo de Altos Hornos, entrando de lleno en los negocios familiares a pesar de su juventud.
Su bautismo laboral coincidió con una huelga salvaje por parte de los obreros de Altos Hornos, debido al sistema implantado de horas extraordinarias. El despido del instigador de la huelga encrespó los ánimos de sus compañeros obreros. Era el 15/6/1899. La virulencia de la huelga y la intervención de las fuerzas del orden, marcó de por vida a un inmaduro e inexperto Fernandito, al que sus familiares más cercanos arropaban convenientemente mientras se iba fogueando en los avatares empresariales. Incluso le enviaron fuera del país mientras duró la huelga, ahorrándole los sinsabores de los Consejos de Administración. La intención de la familia era preservarlo ya que le consideraban todavía un niño, muy tierno para soportar ciertas cosas. Pero ya el 1/5/1900, sin cumplir todavía los 25 años le nombraron miembro de la comisión delegada del Consejo de Altos Hornos de Bilbao.
Así inicia una carrera empresarial, a la vez que la política, que le acarrearía muy graves consecuencias en el futuro. Este estatus dentro del conglomerado de empresas que dominaba la familia, iba a ir paralelo al de su tío Tomás Zubiría e Ybarra, Conde de Zubiría desde 1907, con el que se alió en numerosas ocasiones para manejar entre los dos y a su conveniencia, los más importantes grupos empresariales de Vizcaya. Uno, Tomás, destacando en el terreno sidero-metalúrgico y el otro, Fernando, en el dinámico sector eléctrico. Su visión para los negocios le llevó a mostrar pronto su interés por este sector, nuevo y con enormes posibilidades. Entre los dos representarían durante muchos años los intereses familiares y los suyos propios.
Participa, a su fundación, con la compra de un paquete importante de acciones en Hidroeléctrica Ibérica, que unidas a las adquiridas por su madre, constituían el 3% de las acciones ordinarias, la Compañía de Electricidad Thomson Houston, y Unión Eléctrica Vizcaína, y a la par, en 1901, los Grupos de Ybarra, Chávarri y Echevarría, unen sus destinos empresariales con la fusión de A.H.B., La Vizcaya y La Iberia, para crear A.H.V. (Altos Hornos de Vizcaya) y con la fundación y establecimiento del Banco Vizcaya (B.V.). El lector avezado se habrá dado cuenta de que en la fusión de estos tres sectores, el eléctrico, el sidero-metalúrgico y el bancario, confluyen las áreas más importantes y decisivas de la actividad empresarial, participando nuestro personaje en las tres. A los pocos meses de la fundación y constitución del Banco Vizcaya, y gracias a ser unos de los mayores accionistas, entra a formar parte de su Consejo de Administración. En 1904 ya era elegido Vicepresidente y en Enero de 1908 era nombrado Presidente de la Junta de Accionistas. Sin cumplir 30 años estaba ya en la cúspide del poder económico y social.
En 1901 se desposa con la portugaluja Mª Ángeles de Oriol y Urigüen, mujer de una gran formación y que, por familia, poseía una fortuna todavía mayor que la de su marido con la que tuvo tres hijos, Fernando José, Mª José y Luis María. Por lo que se sabe, en 1909 las posesiones de Fernando de Ybarra estaban valoradas en 2.750.000 pts y las de su esposa sobrepasaban las 4.200.000 pts. Por aquel entonces, el matrimonio habitaba el chalet del nº 4 del Campo Volantín, de un aire a las construcciones alpinas, que anteriormente habitaran sus padres Fernando Luis de Ybarra y María de la Revilla.
Al finalizar el verano de 1902, Alfonso XIII, que había sido coronado en Mayo de ese año y como era costumbre, gira visita a la Villa de Bilbao, figurando entre sus anfitriones nuestro personaje. En sus visitas por el territorio nacional con costa, el Monarca tenía costumbre de pernoctar en el yate Giralda, pero el resto de la familia real lo hacía en el domicilio del Marqués de Arriluze, celebrándose en su honor almuerzos, banquetes y fiestas. De esta manera, el palacio de este prohombre vizcaíno servía de escaparate de su riqueza y relación estrecha con la realeza. Éste y otros hechos similares posteriores tuvieron esencial relevancia al final de sus días.
La venta de diversas concesiones por parte de Hidroeléctrica Ibérica produce la formación de nuevas empresas como Hidroeléctrica Española y Electra del Viesgo, así como Unión Eléctrica Vizcaína, de las que el nuevo Marqués de Arriluze desde 1918, también forma parte de su Consejo de Administración. Estas participaciones hicieron que el Banco Vizcaya volviese la vista hacia él, nombrándole su representante ante dichas sociedades. Ya en 1904 es elegido Vicepresidente del B.V., entidad bancaria considerada muy estratégica para mantener dentro del seno familiar el control de todo el conglomerado de empresas. El reparto de puestos en los Consejos de Administración sugiere una estrategia conjunta entre tío, Conde de Zubiría, y sobrino en pro de lograr una gran concentración empresarial y financiera. No vamos a nombrar todas las Entidades en las que formó parte de los Consejos de Administración porque son innumerables, algunas de ellas importantísimas para el desarrollo electro-industrial de la provincia vizcaína, y todas ellas bajo el paraguas económico del Banco Vizcaya.
Una vez convenientemente fogueado y aleccionado, junto con el Conde de Zubiría, se convirtieron en los dos baluartes que uniendo sus estrategias dieron un nuevo impulso al grupo empresarial comandado por la familia Ybarra. Tío y sobrino, con una diferencia de edad de 18 años, unieron sus fuerzas en pro de incrementar sus negocios y desarrollar otros nuevos que iban surgiendo. Resumiendo, un pequeño número de prohombres de negocios, en pocos años, se habían adueñado, patrocinados por el B.V. y liderados por Fernando de Ybarra, de todos los sectores productivos de la provincia de Vizcaya y, en gran medida, de todo el país.
La actividad de Fernando en el sector eléctrico fue frenética. En Enero de 1908 era nombrado Presidente de la Junta de Accionistas del B.Vizcaya y para entonces ya era miembro del Consejo de Hidroeléctrica Española y Electra del Viesgo así como de la Unión Eléctrica Vizcaína.
Con un grupo francés participó en la Cía de Tranvías y Electricidad de Bilbao. En 1911 ocupa la Presidencia de Hidroeléctrica Española, aglutinando en su persona todo el poder en ese sector de la producción y distribución eléctrica. Aparte de estas empresas, participó en otras que sirvieron de motor a la economía vizcaína, convirtiéndola, sino en la provincia más importante de España, sí en la locomotora que tiraba del tren de la industria. Como ejemplo, colaboró en 1918 en la creación de Babcock&Wilcox, sociedad de electrificación industrial, en 1921 fue fundador y nombrado Presidente de la Sociedad de Construcciones Eléctricas en colaboración con inversionistas franceses y norteamericanos encaminada a fabricar material eléctrico para España, en 1923 participó en la creación de la única empresa que no pertenecía al sector eléctrico, la Sociedad Ibérica del Nitrógeno y en 1929 fue nombrado Presidente de la General Eléctrica Española (la Gene), filial en España de la matriz americana. El papel protagonista de negociador con los capitalistas extranjeros, le granjeó la simpatía de todos, premiándole con su presidencia.
El poder acumulado en sus manos incrementó sus ansias de más poder, iniciándose en el único camino que hacia él le quedaba: la política. ¿Se sirvió de su trayectoria empresarial para entrar en la política? ¿O fue a la inversa? Mi opinión es que fue empresario antes y por encima de la política. Lo llevaba en los genes desde su nacimiento, y la política no fue más que la atalaya desde donde un hombre con su olfato financiero, pudiera percibir de lejos, el tufo de una buena oportunidad para conseguir contratos, crear nuevas empresas y generar más dinero.
Los lazos de amistad y posteriormente familiares que amalgamaron a los principales actores de la oligarquía española, es decir, los Urquijo, los Comillas y los Ybarra-Zubiría entre otros, sirvieron para consolidar el bloque de poder, tanto empresarial como financiero, tan importante el uno como el otro. Y el Marqués de Arriluze estaba presente en todas las actividades del primer cuarto del siglo XX. En él, además de su acumulación de poder, su actividad política destacaba por su compromiso con sus creencias religiosas y su vinculación con los círculos católicos, el regionalismo sin llegar al nacionalismo, y su intención de iniciar una “revolución desde arriba”, para evitar, con ello, la que pudiera venir de abajo, es decir, del sector obrero.
En lo político, el entramado existente de partidos políticos, antes y después de la instauración de la II República, consiguió separar a los distintos miembros del clan de los Ybarra. Mientras unos eran partidarios de la Monarquía de los Borbones, otros apoyaban, por intereses nada claros, al P.N.V., otros optaban por partidos más moderados o conservadores y otros, como es el caso del Marqués, le juraban fidelidad a Antonio Maura, no sin antes haberse declarado fuerista independiente y encabezar la candidatura urquijista-nacionalista al Ayuntamiento de Bilbao, en 1903. Las reformas que Maura propugnaba desde el Gobierno durante su mandato de 1907 a 1909 eran del agrado de D. Fernando, por lo que se presentó y salió elegido Diputado a Cortes por el partido maurista en las elecciones habidas en 1907.
La experiencia fue tan positiva con el Partido Conservador maurista que Fernando de Ybarra en una asamblea de constitución que tuvo lugar en el Teatro Campos Elíseos de Bilbao el 3/7/1909 creó una sección del mismo en Vizcaya y fue nombrado su Presidente, cargo que ostentó hasta 1916, presentando su dimisión al creer que no estaba lo suficientemente respaldado por los miembros de su partido.
A este Partido se adscribieron varios de sus hermanos, el Conde de Vilallonga e incluso Alfonso de Churruca y Ramón Bergé. En la segunda década del siglo XX la entente familiar, guiada por el Marqués de Arriluze, el Conde de Zubiría y en algún sentido, Gabriel de Ybarra, eran la parte activa del entramado empresarial, unido indefectiblemente a la política y la familia con el fin de no perder la relevancia social adquirida. El resto de la familia se dedicaban a vivir y muy bien, de las rentas.
Esta política maurista que propugnaba una modernización de la política en general, con una crítica a la corrupción, una defensa del sufragio limpio, ya que les habían acusado de manipulación electoral, y una llamada a las fuerzas vivas del país, lo que en realidad temía era la revolución social de las masas incontroladas. Los conservadores vieron en Maura, un salvador y en Vizcaya, el Marqués se puso al frente del Partido Conservador.
Su hermano Gabriel fundaría el 1/5/1910, “El Pueblo Vasco”, periódico de inspiración conservadora destinado a defender la política maurista y los derechos y postulados de la Iglesia Católica. Sus manifiestos, un tanto liberales, le granjearon acervos ataques por parte de la “Gaceta del Norte”, diario ultracatólico fundado por sus primos, los Urquijo.
En 1912 y confirmando la política prodinástica que encabezaba, el Papa Pío X le nombró caballero de la Gran Cruz de San Gregorio Magno, con gran contrariedad de integristas y nacionalistas vascos. Había obtenido (1911) en un viaje a Roma, junto con su hermano Gabriel, unas “Normas pontificias” que avalaron su temporización con el liberalismo. Tampoco debió de ser del agrado de los carlistas su asistencia y la de sus correligionarios al cementerio de Mallona para conmemorar el 2 de Mayo. Al año siguiente, al renovarse el Comité directivo del Partido Conservador, ocupó nuevamente su jefatura. D. Fernando procuró mantenerse al margen de estas disputas para que no pareciese demasiado evidente la vinculación del periódico con el partido que él presidía. Por otro lado, su partido conservador llevaba a cabo alianzas puntuales con los nacionalistas, aunque su opinión personal no fuera muy favorable a las mismas. Su pensamiento se basaba, como integrante de un partido de derechas que era, atraerles “hacia el buen camino”, aunque en el fondo estuviese convencido que los nacionalistas eran subversivos y desorganizados.
Entre 1914 y 1916 siguió siendo Diputado maurista en Cortes por Barakaldo, cargo que consiguió enfrentándose, no sin polémica, al líder socialista Indalecio Prieto, fue Presidente del Real Sporting Club de Bilbao, creado en una casa de Zorroza propiedad de los hermanos Ybarra de la Revilla, y miembro fundamental de la Liga Vizcaína de Productores. Se le ve, asimismo, en la Junta de Patronos de la naciente Universidad Comercial de Deusto, y en el banquete ofrecido a Cambó en el Club Marítimo del Abra.
Un artículo aparecido en el periódico “Luz y taquígrafos” que él había puesto en marcha en 1909, con la firma de Ramón Bergé, produjo la ira de los nacionalistas que deshicieron la alianza. La intervención del Marqués intentando poner paz, provocó el enfado de Bergé y su abandono del partido maurista. Las elecciones de 1918 con la victoria de los nacionalistas, (el Marqués sólo consiguió el Acta de Diputado a Cortes por el distrito de Villarcayo aunque luego llegase a Vicepresidente de las mismas) influyeron decisivamente en la ruptura de la coalición entre ambos partidos. Estaba claro que esta alianza llegó a darse para luchar juntos contra el socialismo, y la alianza posterior con éstos, trataba de frenar los independentismos del nacionalismo.
Monumento en el parque Antonio Trueba, en Barakaldo (Bizkaia), en memoria de Fernando María Ybarra de la Revilla.
Proyectado por el arquitecto Manuel Smith, siendo las esculturas en bronce de Joaquín Lucarini,
fue inaugurado el 29 de abril de 1952. Fot. Mariano Estornés Lasa.- 1971.Auñamendi Euskal Entziklopedia
La decisión del Marqués de no apoyar la dictadura de Primo de Rivera y la muerte en 1925 de su referente político, Antonio Maura, le apartó temporalmente de la política centrándose en sus actividades empresariales actuando como consejero de varias estratégicas sociedades. Su posterior deriva hacia posiciones radicalmente antinacionalistas, le relegaron políticamente a un 2º plano. A nivel social, en 1928 resultó admitido como Caballero de la Orden de Santiago con expresiones en el Expediente tan divertidas como que “monta a caballo”,” vive como un señor” y “nunca ha sido retado en duelo”. Los palacios y yates de que disponía le proporcionaban la imagen de riqueza que le entusiasmaba y su periódico “El Pueblo Vasco” seguía y marcaba una línea editorial de sumisión y amistad con la monarquía, de la que los Ybarra estaban tan orgullosos.
Mientras tanto, la amplia familia de los Ybarra, alejándose de las insalubres calles de Bilbao, iba copando de villas señoriales el Ensanche y el Campo Volantín. Prácticamente todo el corte de la ría desde el inicio de lo que hoy es la calle Tíboli hasta la Universidad Jesuita de Deusto, estaba jalonado por caserones imponentes, como los dos palacios gemelos conocidos por “La Cava” o la actual sede de la Autoridad Portuaria en la Plaza de La Salve, que habitaban José Mª Olábarri y Manuela Zubiría. Poco a poco, los descendientes de las primeras generaciones de los Ybarra y Zubirías, irían abandonando esa margen de la ría, en algunos casos vendiendo las propiedades y en otros legándolos a órdenes religiosas como las Siervas de María o los Ángeles Custodios que fundara la beata Rafaela Ybarra.
D. Fernando de Ybarra, que gracias a su amistad y sus buenos servicios a la Corona era elevado al rango de Marqués en Mayo de 1918, vivía también en la zona, en un inmueble adquirido en pública subasta a la Viuda de Epalza. Pero pronto, animado por sus amistades del mismo rango social, trasladó su vivienda a un floreciente Neguri, no sin antes probar las bondades del lugar durante el verano, en el Establecimiento de Baños de Mar Bilbaínos, que los hijos de Máximo Aguirre instalaron sobre la playa de Las Arenas, abandonando su lugar habitual de veraneo que no era otro que Portugalete.
Palacio de Arriluze, en Getxo (Bizkaia), propiedad de Fernando María Ybarra de la Revilla.
Es obra del arquitecto José Luis de Oriol en 1904.
Foto anterior a 1918.-Foto: Auñamendi Entziklopedia
Aquí, también, en el nuevo y exclusivo barrio getxotarra, la familia Ybarra dio muestras de su poderío económico, extendiendo sus propiedades más que ninguna otra. El Marqués de Arriluze y de Ybarra, le encargó a su cuñado José Luis de Oriol Urigüen la construcción de un palacio con torres almenadas que fuese emblemático en la zona. Poco después, Oriol tuvo que abandonar el proyecto de Atxekolandetas en manos de su íntimo amigo Manuel Mª Smith que lo terminó.
El Palacio de Arriluze, situado en la calle Atxekolandeta, fue levantado en 1910 y sus torres almenadas de aspecto medieval culminan una gran obra digna de los propios reyes que la visitaron y ocuparon, invitados por su dueño. En este palacio y gracias a su amistad y alianzas, compartieron los Ybarra del Marquesado, mesa y mantel con personalidades políticas como Dato o Allende-Salazar o reales como la familia Imperial de Austria, la Reina Victoria Eugenia y sus Infantas y otras familias de la realeza europea. Su grandilocuencia le confiere un aspecto muy teatral.
Así se fueron levantando los magníficos palacios que todavía hoy en día podemos contemplar y que son muestra patente del poder económico de los empresarios de finales del siglo XIX y principios del XX. Los Ybarra ocuparon, no sólo el Marqués, la primera línea, acogiendo como principal arquitecto a Manuel Mª Smith que produjo nada menos que 45 proyectos para la familia, entre ellos el propio Palacio de Arriluze, el contiguo de su hermano Emilio y el más conocido como casa “Cisco” de los Arana-Ybarra.
Las regatas organizadas por el Sporting Club, el hipódromo de Lamiako, el Club Naútico, la Sociedad Bilbaína o el Club de Golf de Neguri, tenían siempre entre sus miembros directivos más destacados a alguno de los Ybarra, cuando no copaban íntegro su staff directivo. Ya en 1902 se produjo el primer contacto de Fernando con el Rey Alfonso XIII con motivo de la participación de éste en las regatas de balandros que se celebraban anualmente en el Abra. Con el paso de los años, su amistad se fue consolidando de tal manera que, inclusive, el monarca escogía durante sus estancias en Vizcaya el Palacio de Arriluze como alojamiento en numerosas ocasiones. Esta fórmula de agasajar a la monarquía, así como a los más altos personajes de la aristocracia y plutocracia, les dio enormes beneficios al interrelacionarse con otras familias de su misma posición, siendo las cabezas visibles de las mayores y mejores actividades sociales de la época. Estas enormes casonas, normalmente dirigidas por las esposas, tenían también la función de recoger en fiestas y saraos a lo más granado de la juventud supraburguesa, consiguiendo, de esta manera, más posibilidades de provocar amistades y noviazgos que culminasen en bodas muy convenientes.
Hablando en general, y esto casi siempre resulta comprometido, las familias afincadas en Neguri adquirieron la costumbre arraigada de procrear muchos hijos con la intención de perpetuar su status, educarlos en las mejores Universidades del país y del extranjero, casarlos con otras de su mismo alcurnia, prepararlos en las empresas familiares y delegar en ellos antes de morir. Los Ybarra elevaron esta costumbre al rango de máxima, convirtiéndose en paradigma de este comportamiento.
En el País Vasco, los Ybarra consiguieron llegar a ser el grupo empresarial más poderoso, sólo comparable con los Sota y Aznar. Y en el conjunto del Estado, sólo el grupo Comillas-Guell por Cataluña y los Urquijo por Madrid, podían hacerles sombra.
Lo que estaba fuera de toda duda es que la antaño burguesía bilbaína había evolucionado gracias a sus tremendas riquezas, en una sociedad aparte, que sólo se relacionaban entre ellos y que en su horizonte sólo había pensamientos para mantener e incrementar su patrimonio y consolidar su poder. Para ello, practicaron sin reparos la endogamia y se sirvieron de los puestos políticos de algunos de sus miembros para velar por sus intereses económicos.
Ya hemos dicho anteriormente que la actividad de Fernando de Ybarra en el sector eléctrico desde que éste dio sus primeros pasos, fue muy intensa llegando a su culmen en las negociaciones y posterior Convenio de las Eléctricas en 1936. Entre otras, sus Cías electrificaron la línea de ferrocarril Bilbao-Las Arenas el 1/10/1927. En la estrategia diseñada desde el Banco Vizcaya, el Marqués tuvo una especial significación ya que, en aquellos momentos cruciales, era Presidente de Hidroeléctrica Ibérica e Hidroeléctrica Española, Vicepresidente de la Sdad Española de Construcción Naval y de Altos Hornos de Vizcaya, y Consejero del susodicho Banco. Estas sociedades eléctricas junto con Electra del Viesgo, dominadas por el B.V., más Unión Eléctrica Madrileña y sus filiales bajo el ámbito del B.Urquijo tuvieron que compartir protagonismo con un tercero en discordia, el Banco Bilbao que tardíamente quería entrar en el negocio eléctrico una vez vistas sus posibilidades de beneficios. La entrada de Saltos del Duero en el negocio eléctrico había provocado una gran convulsión en el sector y las distintas partes no tuvieron más remedio que negociar. No sin más de 10 años de vicisitudes en las que se jugaban la supremacía en el sector, se llegó a un acuerdo que provocó el Convenio de 1936, alcanzándose un buen entendimiento entre las distintas sociedades, asegurándose así una buena distribución por todo el territorio nacional.
La proclamación de la II República el 14/4/1931 provocando el exilio del Rey Alfonso XIII, impelió a los monárquicos a reorganizarse siendo su principal altavoz el diario “El Pueblo Vasco” que siguió fiel a sus principios católicos y monárquicos. El Marqués de Arriluze impulsó, por su parte, la disolución del Círculo Conservador Maurista de Bilbao y la Liga de Acción Monárquica con la intención de aglutinar en un solo frente a todos los monárquicos, utilizando para ello, un partido ya creado, Renovación Española. El resto de la familia se fue posicionando en las JONS y Falange Española que una vez fusionados se convirtió, en Getxo, en cosa de los Ybarra. La misión, que se transformó en obsesión según algunos autores injustificada, era frenar “la amenaza comunista”. Amenaza que, según intuían, repercutiría directamente en sus capitales y patrimonio. La crisis económica de esos primeros años de la década de los treinta ya era suficiente pérdida para la oligarquía asentada, aunque a primeros de 1935 se empezó a intuir una salida en la depresión.
La derrota electoral de la derecha en Febrero de 1936 no hizo sino avivar el rescoldo de la sublevación por parte de ésta. Una buena parte del Ejército, la burguesía y la Iglesia centralista ya habían tomado su decisión. En Getxo, los Ybarra junto con todos los Falangistas del pueblo, desde el primer momento estuvieron implicados en el golpe de Estado, organizándose jerárquicamente, procurándose armas y subordinándose a los mandos del ejército afines al alzamiento acantonado en Bilbao. Cuando se produjo el alzamiento, el Marqués se encontraba en Sevilla asistiendo a la boda de un sobrino, pero en vez de quedarse allí utilizando el anonimato por si se torcía el tema, creyó que su puesto estaba en Bilbao, decisión que, como se pudo comprobar a posteriori, le costó la vida. El fracaso de la rebelión en Bilbao llevó a muchos miembros de las distinguidas familias de Neguri a la cárcel.
El tristemente célebre “Cabo Quilates”
Murió D. Fernando de Ybarra trágicamente el 25 de septiembre de 1936, junto con otros cuatro miembros de la familia Ybarra, en el barco prisión “Cabo-Quilates” surto en la ría de Bilbao, a la altura de Erandio, bajo control republicano. Podríamos acabar así esta pequeña cronología de la vida y acciones del Marqués de Arriluze, ocultando al lector los hechos acaecidos aquel aciago día como si fuera sólo uno más de los sucesos de aquella infausta guerra fratricida. Pero no lo voy a hacer por respeto a las familias de los que allí fueron asesinados, por todos los partícipes en aquella cruenta guerra y por todos los que, gracias a Dios, no vivieron aquel horror pero tienen el derecho de saber o, al menos, conocer. Como no podía ser de otra manera, hay varias versiones de lo que allí sucedió junto al otro barco-prisión, el “Altuna-Mendi” y en las prisiones del Carmelo, Los Ángeles Custodios, Larrínaga o Casa Galera.
Pero el hecho concreto es que el 25/9/1936 desde que las sirenas de la Villa de Bilbao anunciaran la presencia de la aviación de los “nacionales”, las turbas, entre las que figuraban gran número de mujeres, se dispusieron, de acuerdo con los guardianes de los presos, al asesinato en masa de los prisioneros encerrados en los dos barcos-prisión, Cabo Quilates, que sólo a título de curiosidad, había pertenecido a la Naviera “Ybarra y Cía”, y Altuna-Mendi, y una vez terminado el bombardeo, se dirigieron hacia los muelles de la ría próximos a la factoría de Altos Hornos, en que se hallaban fondeados dispuestos a vengar a los caídos durante el bombardeo. Algunos grupos se trasladaron en gabarras a bordo de los buques, ofreciendo sus guardianes una muy escasa resistencia a las pretensiones de los asaltantes.
En el Cabo Quilates comenzó la matanza en las primeras horas de la noche, siendo asesinados sobre cubierta la mayoría de los presos, y otros en la misma bodega, sobre la que se hizo fuego desde fuera, pereciendo de este modo 41 detenidos. El relato de estos hechos hiela la sangre y produce vergüenza y pavor el saber que paisanos nuestros, quizá alguno de nuestros familiares, fueran los que cometieron tamañas atrocidades. Es bien sabido que las guerras vuelven locas a las personas, y si esas personas se convierten en masa son capaces de cometer crueldades que en solitario serían impensables. Esta masacre y la de las cárceles antes mencionadas fueron la “gran mancha” en la gestión del primer Gobierno Vasco, sólo paliada en parte por la extraordinaria reacción posterior, asumiendo y repudiando unos hechos execrables, depurando responsabilidades entre los funcionarios implicados y solicitando su propio partido, el P.N.V., la dimisión de Telesforo Monzón del que dependía la vigilancia exterior de las prisiones y que había desoído las advertencias que le venían haciendo desde días antes sus ayudantes. El Lehendakari Aguirre no la aceptó, pero se declaró máximo responsable político de la matanza. Todas las actuaciones posteriores tendentes a la mejora de la custodia y mejora de las condiciones de las cárceles y los presos quedan ensombrecidas por las matanzas previas. Años después, Aguirre volvería a reconocer “Fuimos culpables nosotros. Yo el primero, en nombre del Gobierno, porque nos fallaron los resortes del mando en aquel momento”.
En aquel buque y entre los prisioneros, estaban Fernando María de Ybarra y de la Revilla, I Marqués de Arriluze y de Ybarra, su hijo Fernando Luis de Ybarra y Oriol y sus sobrinos Ramón Ybarra Villabaso, Juan Antonio Ybarra Villabaso y Emilio Ybarra Zapata de Calatayud, que fueron los primeros pasados por las armas por considerar la turba que eran los máximos responsables de la oligarquía vizcaína y, por lo tanto, sus enemigos. No fueron los únicos asaltos ni los únicos asesinados, pero no me compete ampliar aquí la historia símbolo de una sociedad enferma con una historia fabricada a medida de cada uno de los bandos ni señalar culpables o adjudicar responsabilidades. Hiela la sangre y produce vergüenza el saber que fueron conciudadanos nuestros, quizá antepasados nuestros, los que cometieron semejantes atrocidades. Por un bando y por otro.
Carta escrita por la familia Ybarra y dirigida al Lehendakari Aguirre, en la que le piden que les ayude a salir del país,
después de los asesinatos del “Cabo Quilates”.- Rfa. Archivo Histórico de Euskadi
Sobre esta sinrazón de la guerra he tenido que leer mucho y de muy diversos signos, estamos en una sociedad enferma, incapaz de aceptar la historia tal cual fue, incluso ahora que tanto hablamos de la “memoria histórica”, sin tener que fabricarse una a medida, pero me quedo con esto: «Una terrible guerra civil entre hermanos no se debe en manera alguna plantear como una lucha entre buenos y malos, entre los que tienen la razón y los que no la tienen, entre opresores y oprimidos, entre perseguidos y perseguidores, porque cuando esta terrible tragedia de la Guerra Civil terminó, unos y otros tendieron al falseamiento y la tergiversación, acusándose mutuamente de las atrocidades sufridas y ocultando al pueblo y al mundo los crímenes, barbaridades, abusos e injusticias que cometieron.
Ha pasado el tiempo y la memoria colectiva, que debería haberse dado cuenta que en todas las guerras no hay ni vencedores ni vencidos, que TODOS SON PERDEDORES, se transforma en memoria selectiva, solo rememora sus muertos, sus presos, sus padecimientos, impera el nosotros, lo nuestro y por lo tanto se ignora a todos los demás. Son diferentes, se dice, no son nuestros muertos, en definitiva, no importan.”
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