Iniciamos puntualmente el recorrido a las 9h un grupo aproximado de 25 compañeros y amigos. El día, que en un principio salió tristón y con sirimiri, fue mejorando hasta llegar a un mediodía luminoso, con sol y calor.
En el Paseo de los Caños, el organizador y guía de la salida, Juanjo San Sebastián, nos hizo un pequeño resumen de la ruta, tanto geográfico como histórico, remontándose a finales del siglo XIX, época en la que Bilbao era la ciudad más insalubre de Europa, junto con San Petersburgo. (¡Cómo han cambiado las cosas!).
Nos descubrió aquellos años, en los que se intentó inculcar a los ciudadanos los hábitos saludables, fomentándose las subidas al monte (de entonces viene la afición a subir al Pagasarri) y creando instituciones tan arraigadas para los bilbaínos, como el Athletic y el Club Deportivo,
Una vez terminada la explicación, continuamos hasta La Peña. De allí, cruzando bajo el tren de la RENFE, nos dirigimos hacia Buia para desviarnos por el rincón más bonito de este monte, que encierra el mayor grado de biodiversidad de todo Bizkaia: Bolintxu. Bordeamos un riachuelo, escondido entre árboles y vegetación abundante, llegando hasta una cascada de unos 50 metros de alto. Todavía sin notar el cansancio, nos hicimos la foto de grupo. Pudimos ver hayas (de ahí viene el nombre “pagasarri”), robles, abedules, fresnos, alisos… y oir múltiples pajarillos difíciles de distinguir para un profano. No nos cruzamos (afortunadamente) con ningún jabalí ni otros animalillos que residen por la zona.
Seguimos subiendo. Este camino por Bolintxu es más largo que el de Larraskitu, pero merece la pena. Somos afortunados de tener cerca de la ciudad esta reserva de vegetación y paisaje. Alcanzamos el final de la pista de Artabe, después, el collado del Pagasarri con el Pastorekorta. la parte inferior de la muralla rocosa que mira a Zollo,y aún sin alcanzar la cima, recorriendo un pasillo que surca la pared de roca en su último tercio, llegamos finalmente al refugio, con muchas ganas (la subida al Pagasarri por cualquiera de sus caminos, es costosa).
Allí nos esperaban unos exquisitos pintxos de tortilla y chorizo, capaces de hacer revivir al montañero más cansado.
La opinión general fue que la excursión mereció mucho la pena, haciéndonos descubrir otras facetas del “Paga”, que tiene también sus rincones mágicos, dejándonos un buen sabor de boca para repetir la experiencia en ocasiones sucesivas. .