Por Jorge Ibor.
GDANSK
Como decía antes nos alojamos en el Hotel Rural Barcelona, a unos 15 km. de la ciudad. El norte del país tiene muy buenas comunicaciones y la utilización de un coche de alquiler nos proporcionó una gran libertad.
Gdansk es una muy grata sorpresa. Olvidada por muchos touroperadores nacionales por estar desplazada al extremo norte, para nosotros fue el gran descubrimiento del viaje.
Aparcamos al otro lado del rio a la altura de la Puerta Verde y tras cruzar a pie el puente comprobamos que si desde fuera era bonita, desde dentro la Puerta y su entorno son espectaculares. Su plaza Dlugi Trac (Mercado Largo como su propio nombre indica) con sus casas, todas distintas y artísticas y sus cafés con terrazas (1 euro en la plaza más turística, sentado y servido en la mesa y con pago con tarjeta), Ayuntamiento, calle mayor, Arsenal, Catedral, la bonita calle comercial Mariakca, la Grua, en fin, todo lo que pone la guía, son un compendio de belleza.
La ciudad es fácil y cómoda de recorrer. Encontramos en la zona de la Catedral variados restaurantes en los que comimos muy bien por unos 10€.
Además de ver sus monumentos para lo que remito de nuevo a las guías, coincidimos en la Catedral, que por cierto tiene un reloj astronómico parecido al de Praga y también imposible de entender por mí, con durante la celebración de una boda (si habéis leído nuestra experiencia con un huracán en un artículo anterior habréis visto que coincidíos con otra en la Riviera Maya, somos casamenteros). Como curiosidad, los regalos se dan al final de la ceremonia en la puerta del templo. Los padrinos recogen se llevan en su traje los sobres con dinero y guardan los regalos en el maletero de los coches.
A unos 80 km. de Gdansk está el impresionante, castillo de Malbork.
Ir es obligado. El mayor castillo teutónico que ha habido en Europa está perfectamente reconstruido salvo su iglesia que permanece como quedó tras la Gran Guerra para comparar. En el exterior se ven fotografías de cómo quedó al finalizar la Segunda Guerra.
La visita te lleva prácticamente toda la mañana. Está lleno de detalles y tiene unos museos, dentro del precio, fantásticos. En el acceso oficial tenemos audio – guías.
Comimos en una barcaza en el rio frente al castillo. Muy turístico y de nuevo a buen precio y con calidad.
También visitamos Sopot, ciudad balneario.
De la ciudad deciros que es muy bonito el balneario y las casas de alrededor, que el muelle en las guías está sobrevalorado y que nos cayó un chaparrón de aupa. No merece la pena.
Próximo a Gdansk esta Westerplate. Aquí empezó oficialmente la Segunda Guerra Mundial. Han dejado los bunkers y posiciones defensivas como quedaron. Apoyado por reportajes fotográficos es el primer punto que sobrecoge. Una vez más, los polacos fueron unos héroes… que perdieron.
Para acabar con esta zona tengo que hablar de los famosos Astilleros donde Solidaridad con su base de rebelión de este sindicato apoyado por la Iglesia en la lucha contra el duro sistema comunista de entonces en el país. Quitando el monumento a la entrada y los restos de la zona de acceso, el resto nada de nada. Ni siquiera pudimos visitar la Iglesia en la que Lech Wallesa se dirigía a los trabajadores.
Por cierto, en el norte de Polonia hay unos mosquitos redondos, negros, pequeños, que no hacen ruido al volar. Su picadura se inflama de forma considerable. Me picó uno en un párpado la noche anterior a ir a Sopot y me cubrió el ojo la picadura. Pues bien, al ir a una farmacia a pedir un afterbite me comentaron que sin receta médica sólo me podían dar manzanilla para curarme (ver apartado medicinas)
GDANSK Y EL AMBAR.
Una mañana, antes de ir a la ciudad, preguntamos al dueño del Hotel Rural que como se iba a la cercana playa. Había que atravesar andando el cercano bosque, unos 3 km.
Nos encontramos con una playa virgen de arena muy fina. Y a unas pocas personas paseando y cogiendo algo de la orilla del mar. A la vuelta le preguntamos al amigo catalán qué hacían y nos dijo que coger ámbar. Por lo visto, en primavera las olas lo traen del fondo del mar. Y todavía quedaba algo.
Esto nos hizo preguntar si había algún artesano del ámbar en los alrededores. El hotelero hizo unas gestiones y nos localizó a uno que nos explicó las diferencias entre el natural y el cultivado y nos trajo una muestra lo que vendía a las joyerías en Gdanks. Luego comprobamos que, efectivamente, hay diferencia entre el que venden en establecimientos de calidad y en tiendas de turistas. Le hicimos unas compras a buen precio.
Otras 3 noches.