El Monasterio de San Juan de la Peña.
A 279 kilómetros de Bilbao, en el término municipal de Santa Cruz de la Serós, próximo a la ciudad de Jaca, se encuentra el Monasterio de San Juan de la Peña.
Antes de subir merece la pena parar en el municipio citado, pequeño, muy cuidado, en el que encontraremos dos ejemplos de Iglesias románicas muy interesantes: Santa María y San Caprasio, la primera la podemos visitar y la segunda ver a través de unas rejas.
Junto a Santa María hay un hostal con un buen parking en el que podremos degustar un café con impresionantes vistas.
Siete kilómetros más arriba por carretera llegaremos a San Juan de la Peña. Lo más destacado es ver el Monasterio Viejo, visita guiada. También, un poco más arriba tenemos el Centro de Interpretación y el Monasterio Nuevo. Existe también una Hospedería (4*) para los que quieran descansar ahí. Además, cerca de este centro hay un espléndido Mirador de los Pirineos de muy fácil acceso.
De San Juan de la Peña debo decir que merece más de un artículo no solo por su monumentalidad y su entorno, sus leyendas de fundación, lo mucho que representa en el arte y en la historia especialmente de Aragón, etc. Y, sobre todo, merece una visita tranquila.
La Campana de Huesca.
En el Monasterio Viejo, además de los Monjes, el centro hospitalario para peregrinos a Santiago y los primeros reyes de Aragón se daban cita los principales cronistas de esa zona en aquellos tiempos.
En el Siglo XIV se escribió la Crónica de San Juan de la Peña. En ella se narra el suceso conocido como La Campana de Huesca.
Alfonso I el Batallador (1073 – 1134), rey de Pamplona y Aragón entre 1104 y 1134, hombre tranquilo en su juventud y gran luchador en contra los musulmanes como rey, vencedor de 29 batallas consecutivas, conquistador de Zaragoza en cuyo parque principal, en la parte más alta, tiene un estatua con un león a sus pies, había tenido una única esposa, Urraca, hija del rey de Castilla Alfonso VI que, en lugar de hijos, que parece que para eso estaban las reinas, le dio mucha guerra y quebraderos de cabeza.
Fallecido Alfonso I en Tauste a los 61 años, tras 30 de reinado, como consecuencia de las heridas recibidas en la batalla de Fraga (que en esta sí que perdió) se abrió su testamento en el que, para gran sorpresa de todos, dejaba el como heredero a tres órdenes militares: Templarios, Hospitalarios y del Santo Sepulcro o de San Juan.
Los nobles del reino no dejaron que este estrambótico e ilegal testamento se cumpliera y decidieron poner al frente del reino a Ramiro II el monje, hermano menor de Alfonso I y por ello destinado a religioso, que habiendo estado en el Monasterio de Saint Pons de Thomiéres residía entonces en el de San Pedro el Viejo en Huesca. Totalmente desconocedor de las artes militares y de la política de él pensaron los señores de Aragón que sería un títere del que abusar, presa fácil de sus ambiciones.
Detectado esto por Ramiro y no sabiendo muy bien que hacer envió a un hombre de su total confianza a su antiguo monasterio en el sur de Francia para pedir consejo a un monje sabio que en él habitaba y que había sido su maestro.
Este monje fue con el mensajero a la huerta monacal que estaba dando sus frutos, se dirigió a un campo de coles y con un cuchillo cortó las que más destacaban y formó con ellas un círculo. Le dijo a su acompañante: vuelve con Ramiro, dile lo que has visto y él sabrá que hacer.
Ramiro II convocó a Cortes todos los nobles de Aragón en Huesca, en su Palacio – Residencia. Entre otros motivos de convocatoria les dijo que él, hombre religioso, había ideado una campana de la que se iba a oír hablar en todo el reino y quería que la vieran.
Los nobles, confiados, fueron llegando al Palacio y según iban entrando, uno a uno, les condujo una sala en la que iba a estar la campana. Una vez allí les fue cortada la cabeza y con las 7 o 12 primeras (según versiones) hizo un círculo en el suelo. Luego hizo pasar al Obispo de Huesca, gran enemigo suyo, también le cortó la cabeza y la dejó colgando de una cuerda sobre el centro del círculo a modo de campana con su badajo.
Concluida su obra mandó pasar al resto de los nobles a admirar “la campana”. Todos quedaron tan “sorprendidos” que a partir de ese momento pasaron a ser fieles vasallos de su, desde ese momento, queridísimo rey.
¿Leyenda?
El hecho de la Campana de Aragón fue dado como cierto durante muchos años. Incluso a Ramiro II se le llamaba “el de la Campana”. Hoy en día se piensa más en que fue una leyenda. Hay antecedentes de la misma: Herodoto, Aristóteles y Tito Livio ya contaban historias similares.
En el que fue su Palacio de Huesca, actual Museo Provincial, se localiza la sala de la campana en la que se desarrolló el acto. También en el Ayuntamiento de esta ciudad se puede ver un cuadro con el mismo nombre pintado en el Siglo XIX.
Bibliografía:
http://www.romanicoaragones.com/0-Jacetania/23-SerosStaMaria.htm
http://www.monasteriosanjuan.com/monasterio-san-juan-de-la-pena.php
https://identidadaragonesa.wordpress.com/2012/06/08/la-campana-de-huesca/
http://www.historiadeiberiavieja.com/secciones/edad-media/alfonso-i-batallador-rey-templarios
Un comentario en “La Campana de Huesca”
Antes de entrar en la Caja Vizcaína y viviendo en Zaragoza, acordamos la cuadrilla de amigos hacer una excursión larga. Consistía en tomar el ‘Canfranero’ (tren Zaragoza-Canfranc), bajarnos en Anzánigo, si no recuerdo mal, e ir andando hasta el valle de Hecho atravesando la Sierra de San Juan con mapas militares y tiendas de campaña. Como todos se rajaron, pues allí se fué Fernando solo con su tienda, camping-gas, laterío, mapas y tximbera. Llegué al Monasterio de arriba, donde pasé unos días estupendos con el guarda forestal y su familia, con chavales leñadores más o menos de mi edad y el guía del Monasterio de abajo, jugando al guiñote y poniendonos ciegos a patxarán. Tan ciego que una noche, (yo dormía en mi tienda en el bosque cerca de la huerta del forestal), los jabalíes destrozaron un patatal entero al lado de la tienda y no me enteré. Pues bien, cuando se me acabó el dinero, (pues pagaba el menú del día como los demás), me fuí hacia Jaca; no había plata para más días y menos para llegar hasta Hecho. Al bajar por el, según los mapas, Barranco del Infierno, nombre bien puesto por cierto, llegué a Santa Cruz de la Serós. (En aquel tiempo no había carretera ni camino). Allí pregunté si había alguien que diera comidas y me dijeron que sí, que había un señor muy mayor que solía dar a los montañeros que aparecían por allí, conque allí me fuí. El viejillo no esperaba a nadie, pero compartimos lo que había y, hablando, hablando, me explicó, él a mí, de donde venía un parentesco de mi familia de la Ribera navarra (Goikoetxea), con el apellido Antoñanzas, también de la Ribera, que yo nunca había llegado a comprender. Resultó que en sus años de ‘viajante’ había sido ‘noviete’ de una prima carnal de mi padre: de mi tía Laura Recari. El mundo es un pañuelo. La pena es que mi tía murió antes de que yo le pudiera contar esta historia.
Por cierto, cuando llegué a la estación del Canfranero en Jaca y después de haberme comido todo el laterío que llevaba, la mochila pesaba 21 Kilos. Alguno más que los años que yo tenía entonces. Si lo tengo que hacer ahora…….