Empezamos la jornada turística visitando algo realmente interesante en el mismo Mandalay: su gran y afamado mercado diario de Jade.
Estaba atiborrado de birmanos y de chinos que comerciaban con este preciado mineral en cualquiera de sus fases, desde la roca pura hasta la joya finalizada, teniendo en cuenta que aquí sí que están trabajando y comerciando de verdad, que no es un lugar pensado para los turistas aunque lo visitemos.
El jade es un mineral sumamente apreciado especialmente por los chinos – y por los incas – como joya en sus dos variedades más comunes. La de color verdoso, llamada “jade imperial”, la más apreciada y de mayor calidad es la que se obtiene de las minas del norte de Myanmar.
Estas minas están en manos de las élites militares, doblegadas a los joyeros chinos.
Su explotación se hace con métodos inhumanos y nada respetuosos con el medio ambiente. A semejanza de lo que sucedía con la fiebre del oro, las ciudades – campamento creadas en esta zona son nido de prostitución y drogadicción. También están controladas por los mismos altos mandos.
A esto se añaden los relativamente frecuentes accidentes que producen un gran número de muertos todos los años.

En el mercado de Jade

Comerciando con jade
En primer lugar vimos la parte en la que lo comercian en su forma de roca, sin tallar. Los compradores seleccionan el material tras iluminarlo de cerca con una linterna de haz fino cuya luz atraviesa. Parece ser que cuanto más “limpia” salga mayor es el grado de pureza.
Tras observar como negociaban seguimos avanzando comprobando como trabajaban el producto delante de sus clientes.
A continuación entramos en un recinto rodeado de vallas de más de dos metros de altura al que accedimos en fila india por una angosta puerta. San Yu tuvo que pagar por nosotros un pequeño importe para que nos dejaran pasar. En este recinto comerciaban con productos acabados.
El lugar estaba lleno de establecimientos comerciales delante de los cuales, en mesas alargadas, los vendedores ofrecían al por mayor su mercancía. Los posibles compradores se sentaban en bancos enfrente de ellos. Se hacían importantes transacciones, sin duda. También era posible comprar dentro del establecimiento pero ya al detalle.
En el recinto, bastante grande, no recuerdo que nos cruzáramos con más turistas.
Tras tantear en tres o cuatro tiendas -Son Yuu nos aconsejó que hiciéramos este ejercicio para conocer los precios y el acabado antes de comprar– nos decidimos por una en la que había varias jóvenes detrás de un mostrador y una señora mayor en la retaguardia que era la que manejaba realmente el negocio.
Bego pidió precio para 10 pulseras, las que más le gustaron y, tras un regateo muy importante y duro, con varios amagos de irnos, se las llevó pormucho menos de lo que le pidieron inicialmente. Creo recordar que pagó poco más del 10% del precio de salida.
Antes de dar el visto bueno la señora habló un rato con nuestro guía. Más tarde quisimos saber sobre esta conversación y nos comentó que le había preguntado si quería comisión a lo que contestó que no. Está claro que si le hubiera pagado nos la hubiera incluido en el precio.
Al regreso a Bilbao, Bego regaló la mayoría delas joyas a amigas y familiares. Tiempo después miré el precio que podían tener aquí. Parece ser que entre 600€ y 1.000€ cada una (por su gran calidad).

El Puente U Bein
Finalizada esta interesante y diferente visita, tocaba emprender camino a U Bein donde se ubica el puente madera de teca que nos dijeron era el más largo del mundo construido en este material: 1,2 km.
La denominación se debe al nombre del entonces alcalde de Aramapura, a cuyo término municipal pertenece, que fue quien lo hizo levantar en 1850.
Es peatonal, muy transitado y bello aunque resulta más atractivo en los meses de junio y julio, cuando el nivel de las aguas está alto por los monzones y el deshielo.
La madera de teca se extrae del árbol del mismo nombre que puede llegar a alcanzar los 40 metros de altura y que, originariamente, se daba solo en bosques de la zona del sudeste de Asia, es decir, en Myanmar, Tailandia, Camboya, Laos y Vietnam.
Actualmente se cultiva y explota también en países tropicales de África y América, zonas en las que su crecimiento es más rápido y, por tanto, resulta más rentable.
Está considerada “la reina de las maderas”. Es muy apreciada para la construcción de yates y para muebles de exteriores e, incluso,de interiores de lujo por una serie de propiedades que la diferencian del resto:
– Durabilidad natural, sin necesidad de tratamientos.
– Estabilidad dimensional no siendo de fácil deterioro.
– Posee una resina antiséptica que la defiende de insectos y hongos.
– También tiene un aceite natural que la impermeabiliza lo que la hace muy útil, como se indica más arriba, para barcos y exteriores en general.
– De color dorado intenso (en varias tonalidades) admite pinturas de colores sin cambiar sus propiedades.
Todo esto hace que la madera de teca sea la más cara del mercado.
Previamente habíamos hecho una parada turística en un taller de confección artesanal de artículos de seda. Tras una pequeña “falsa” demostración que iniciaron poco antes de entrar nosotros y la dejaron cuando salimos, cruzamos una calle con muchas curvas y poca visibilidad por la que los coches y las motos pasaban a gran velocidad. Contamos con la ayuda de unos trabajadores del negocio que avisaban a los conductores de nuestras intenciones entre grandes aspavientos. En un inmueble situado en la acera de enfrente entramos en un moderno salón de ventas donde se ofrecían todo tipo de telas de confección teóricamente artesanal a precios muy altos. Otro engaño para guiris al más puro estilo tour operador.
Cuando llegamos al famoso puente nos pareció impresionante pero menos espectacular de lo esperado. Sin duda una serie de elementos influyeron: el bajo nivel del agua, hacía mucho calor, había bastante gente y demasiadas vendedoras de recuerdos si bien siempre amables y sonrientes.
Una de ellas, joven, simpática, guapa, muy delgada y con una minusvalía significativa en un brazo, fue detrás de Bego pidiéndole que le comprara unas pulseras de jade de baja calidad. Lo hizo, entre otras cosas por la pena que daba la pobre chica. Además, eran bastante bonitas.
Volvimos al salón de exposición de “artículos de seda fabricados a mano” para ir al váter antes de seguir el viaje. Los servicios estaban en el exterior y para llegar a ellos había que pasar por una zona en la que los telares industriales se oían a pleno rendimiento. Certificaban que lo de hacerlo a mano es un señuelo.
Hay una imagen que no se me puede olvidar: camino de la exposición, pasamos por el puente de un rio pequeño con las aguas totalmente cubiertas de bolsas de plástico usadas. Un aspecto deprimente.
Nuevamente en ruta, esta vez dirección Moniwa, nos desviamos hasta la colina de Sagaing.
Situada en la división política del mismo nombre, a unos 20 km al sur de Mandalay y a 7 km del puente U Bein es famosa por sus múltiples centros budistas, destacando los situados en la cumbre de la colina. La ciudad que está a sus pies, también así denominada, fue capital de Birmania entre 1760 y 1764.

En la subida a la pagoda

U Min Thonze: 45 budas iguales
Empezamos la visita por la Pagoda U Min Thonze situada en la misma cima. Su nombre significa “la de las 30 cuevas”. De forma alargada, está bordeada por otras tantas columnas y pasos entre ellas que semejan desde el exterior entradas en las oquedades que le dan nombre. Tiene delante de ellas una gran terraza. En su interior hay 45 efigies de Buda, todas iguales, una por cada año que dedicó a predicar.
Construida en el Siglo XIII, algunos años después sufrió daños que obligaron a sucesivas restauraciones hasta que en el Siglo XIX fue totalmente destruida por un terremoto para ser definitivamente reconstruida en 1847.
Curiosamente no había casi nadie. Solo un pequeño grupo de franceses. Esperamos un par de minutos y tuvimos todo el recinto para nosotros.

El sonriente Buda de la Pagoda Soon Oo Ponya Shin
Una vez en el exterior accedimos a la cercana Pagoda Soon Oo PonyaShin, de las más antiguas del país ya que se erigió en 1312 por el mandatario Pon Nya o Ponya (de ahí su nombre).
En la visita correspondiente contemplamos el enorme y sonriente buda que hay en su interior. Nos fijamos en los muchos “cepillos” de cristal repartidos por todo el reciento, todos con dinero en su interior y también en un gran número de productos perecederos de muy buena presencia resultado de las ofrendas realizadas por los más humildes, depositadas a los pies de la estatua. Escuchamos la leyenda de la rana dela suerte, sin duda vinculada con la forma del monte que, con un poco de imaginación, se ve semejante a ese anfibio.
Seguidamente accedimos a una gran terraza que tiene una bonita vista de la zona destacando al fondo la ciudad de Mandalay y el omnipresente rio Irawadi. Desde este punto se divisan un número importante de pagodas.
A primera hora de la tarde llegamos al Templo Thanbode, cerca de Moniwa, que nos sorprendió con sus más de 563.000 estatuas de Buda, casi todas muy pequeñas, que depositan los peregrinos que llegan a este temploy que están situadas en innumerables salas presididas por una o más figuras grandes delMaestro donadas por los más afortunados para hacer méritos.
Seguimos por carretera hasta llegar el Templo Boditahtaung. Antes de acceder al mismo, en un monte cercano dentro del recinto vimos un imponente buda de pie y junto a él que dicen que es el mayor reclinado de Myanmar de más de 100 metros de largo.

Vistas desde la colina
El recinto tiene algo diferente: un parque con más de 10.000 esculturas dedicadas a Buda, todas ellas iguales de forma y tamaño, en las que está representado sentado en una silla y con la cabeza protegida del sol por una sombrilla, situadas mirando al camino de acceso a la pequeña pagoda que en su parte superior, una vezsuperados 114 peldaños, tiene un mirador.

Con los pequeños alrededor
Por supuesto, allí subimos. Vimos el conjunto de estatuas desde las alturas y al fondo los enormes budas, el erguido y el tumbado. Sacamos unas fotografías y a seguir.
Estaba programada la visita a Moniwa, ciudad en cuyas afueras está situado el Hotel pero no teníamos tiempo para ver más cosas ese día.
El alojamiento en esta ocasión fue en el nuevo, bonito y lujoso resort Win Unity que cuenta con todo tipo de instalaciones que no pudimos disfrutar por lo tarde que llegamos y lo pronto que íbamos a salir al día siguiente. A cambio, cenamos y desayunamos muy bien.
Me cuenta Araceli que ha hecho dos viajes a Myanmar. En el primero se hospedó en hoteles de 3*, baratos, cómodos y limpios. En el segundo, cuando el turismo, especialmente el de jubilados europeos, se iba incrementando, esos hoteles habían caído mucho en calidad y, en cambio, estaban proliferando los de 5*. La comodidad había vencido a lo popular.

Tanto el erguido como el reclinado son muy grandes
A la mañana siguiente me olvidé el libro electrónico en la habitación del hotel. Cuando se dieron cuenta localizaron a San Yu y quedaron en enviarlo a Bagan con la siguiente excursión que fuera para allí.

Parque con más de 10.000 budas
(continuará)
